La devoción a la Virgen Dolorosa arraigó en el pueblo cristiano sobre todo a partir del siglo XIII, con la aparición de la Orden de los Servitas, que se consagraron a la meditación de los Dolores de María.
Así nacieron, desde fines de la Edad Media, las dos fiestas del Viernes de Dolores y del 15 de septiembre.
Ésta última fue extendida a toda la Iglesia por el Papa Pío VII en 1817, como acción de gracias por su liberación del cautiverio en que lo había tenido Napoleón. Se celebraba el tercer domingo de septiembre.
En 1913, San Pío X la trasladó al 15 de septiembre, fecha que ha conservado el nuevo Calendario Romano.
La fiesta de la Semana de Pasión nos recuerda especialmente la participación de María en el Sacrificio de Cristo.
La de hoy nos manifiesta la compasión que la Virgen siente por la Iglesia de Cristo, sometida siempre a las pruebas y a las persecuciones.
Hoy es el día de repetir amorosamente la secuencia famosa: Stabat Mater Dolorosa, compuesta en el siglo XIII por Jacopone da Todi.