Cuando pensamos en el amor del Corazón de Jesús solemos emplear comparaciones como “hoguera de amor”, “horno encendido” y similares. Todo en el Corazón de Jesús está polarizado en el AMOR.
Jesucristo es la síntesis magnífica, la realidad tangible, la prueba palpable del amor eterno de Dios. Se manifestó ese amor en la Creación, pero de modo muy superior en la Redención realizada por Jesucristo, con sus inefables misterios.
Más Cristo está en esos misterios, los realiza, por su amor, por su adorable Corazón. Cristo pasó por ese mundo “haciendo el bien”. Todo el Evangelio es una manifestación constante del bien sembrado por Jesucristo con su doctrina, sus milagros y sus ejemplos de vida.
Todo brotaba de su Corazón Divino abrasado de amor.
Su llama ha prendido en el corazón de sus discípulos y durante siglos de vida cristiana sigue ardiendo en multitud de corazones humanos que todo lo dejan por servir a su Divino Maestro y difundir su mensaje de salvación por doquier, sin tener en cuenta las penalidades que esto lleva muchas veces consigo, incluso hasta sacrificar la propia vida. ¡Cuánta Caridad en la Iglesia! ¡Cuánto heroísmo en sus apóstoles y en las almas a Dios consagradas en el retiro del claustro con una misión no menos apostólica que la de aquéllos que están en la vanguardia de la difusión del mensaje evangélico!
Todos se han sentido tocados por el juego del Amor de Jesucristo.