“DESPEDAZADO POR NUESTROS DELITOS”
Jesús no sólo es ignorado y abandonado. Es también odiado. Son muchos los pecados de los hombres, las afrentas con que hieren su Corazón.
El odio infernal a su Persona, a su Obra, a su Enseñanza, a sus Amigos.
Algunos le profesan un odio personal. Han leído su historia. Admiran su figura, su vida, sus palabras. Aman a este hombre que habla como nadie habló antes que El apareciese. A este sabio, cuya filosofía no puede compararse con la de ningún pensador. Cantan las glorias de este amigo de los humildes, de este defensor de los que son abandonados por todas las injusticias humanas. Pero a esto se reduce todo. En cuanto a Dios se asoma en El, se enojan. Los milagros les hacen sonreís, o blasfemar. Después de haber admirado al hombre, se vuelven contra El con todo el odio que profesan a Dios.
Jesús es odiado, profundamente odiado en su Persona, en sus Apóstoles, en su Iglesia, en las almas santas, en su Culto. Ha querido quedarse perpetuamente entre nosotros, no sólo por su presencia eucarística, no sólo por su gracia y por su fuerza, sino también por su Iglesia. La Iglesia es El. Vive en Ella. Es su presencia sensible y prolongada entre nosotros. Quien escucha a la Iglesia escucha a Jesús. Quien la odia, odia a Jesús. Esto es cierto.
¿Qué hacer? Reparación.