MEDITACIÓN JUEVES IV CUARESMA (Ex 32, 7-14; Jn 5, 31-47)

by AdminObra

Y, nosotros, ¿creemos de verdad?

Antes de plantearnos más en serio esta necesaria pregunta, con su necesaria respuesta, consideramos en este día cuaresmal el enfado del Señor por las transgresiones de su Pueblo con el “becerro” fundido.

El enfado de Dios Todopoderoso parece monumental y está, además, dispuesto a dar a los judíos una lección que nunca olvidarán. Así se lo comunica a su siervo Moisés.

Moisés, tantas veces harto por tener que soportarlos, inesperadamente, nos sorprende a todos intercediendo en favor el Pueblo judío. Y con argumentos de mucho sentido común. Qué bien está haciendo las cosas frente a un Dios ofendidísimo. Es más, le recuerda, que antes que él, Abraham también intercedió en favor de los pecadores y fue escuchado. Moisés está siendo hábil en sus exposiciones suplicatorias.

Finalmente, parece que la súplica mediadora de Moisés es más poderosa que los deseos coléricos de Dios por lo que Este se arrepentirá de su arrebato y visceralidad.

¿Cambió Moisés el parecer de Dios, o es Dios quien cambió el corazón de Moisés sin que éste perciba la “jugada”?

Dios no forma parte de las falsas deidades caprichosas y veleidosas del panteón griego, por poner un ejemplo. No está sometido a esos vaivenes irritables y feroces que encontramos en las cosmogonías clásicas. Dios, a quien ofende y duele la estupidez de las criaturas, además de purificar al Pueblo de su corazón con el éxodo de cuarenta años, también ha de hacer una labor importante con Moisés enseñándole lo que ha de hacer un verdadero caudillo: rezar por su pueblo.

Moisés cambió su corazón, un poco más, cada vez más, aprendiendo a suplicar por su pueblo.

¿Rezamos nosotros por los pecadores? ¿Rezamos por la conversión profunda del mundo? ¿Rezamos por la conversión de nuestra sociedad? ¿Rezamos por la conversión de nuestros familiares? O, ¿disculpamos sus comportamientos pecaminosos? ¿Qué hacemos? ¿Tendrá que enseñarnos Dios a rezar por los pecadores? Lo hará especialmente si somos dados más enturbiar que a rogar. La Cuaresma no es sólo purificarme de mis arbitrariedades, la Cuaresma es rezar por las arbitrariedades de los demás. En esto podría consistir el juicio del mundo, en rezar por su justificación.

El Evangelio nos muestra como, en palabras de Jesús, los judíos se verán sometidos a la acusación de Moisés más que a su intercesión pues no aprendieron nada. No aprendieron que habrían de rezar por los pecadores.

En Cuaresma Dios, posiblemente, nos pide la caridad dolorosa de rezar fuerte por los que más nos repugnan. Quizá, quizá, el Señor haya puesto esa repugnancia en nuestro interior para que la transformemos en méritos para nuestra alma y rehabilitación de la conducta de los pecadores empedernidos.

¿Creeremos en el valor de este tipo de oración? ¿Aceptaremos que Dios nos dé esta misión como última tabla de salvación para muchos? Hay que hacerlo.