Destrucción de las familias, aumento de los abortos y las agresiones sexuales, incremento de la pobreza y los problemas sociales, que llegan a ser violentos: todo parte de la píldora. Lo explicó con claridad Mary Eberstadt, ensayista y periodista, investigadora senior en el Faith & Reason Institute de Washington, en su Adán y Eva después de la píldora. Paradojas de la revolución sexual (2013), ahora revisado y ampliado y con prólogo del llorado cardenal George Pell. Su objetivo: demostrar cómo también los problemas sociales más actuales y la enorme crisis que atraviesa el mundo cristiano están relacionados con ese «pecado original».
-El movimiento Black Lives Matter ha sido presentado como la revolución de los jóvenes contra el racismo blanco. Pero en su libro usted demuestra que la raíz profunda hay que buscarla en otra parte.
-El racismo existe. Y para los cristianos es un pecado. Pero el racismo por sí solo no explica por qué tanto jóvenes desconectados vagan, cada día, por las calles de las naciones occidentales enfurecidos y a veces buscando violencia. Hay un común denominador, que no es el racismo, que los une. Las bandas callejeras, por ejemplo, están casi siempre formadas, de manera ineludible, por jóvenes que no tienen padre. Los criminales violentos proceden, de manera prevalente, del mismo background, con padres ausentes.
»Estos hechos están bien documentados por los sociólogos y la policía, los jueces y los terapeutas los conocen bien. Pero las familias destruidas y la ausencia de la figura masculina también afecta a los que no son criminales. Las personas necesitan a la familia para prosperar. Si las familias son débiles, sus miembros buscarán instituciones que las sustituyan, incluidas algunas que son perniciosas.
-Intentemos resumir las conclusiones de su primer libro: ¿que tiene que ver la difusión de la píldora con Black Lives Matter?
-Es una cadena de acontecimientos: la adopción en masa de la anticoncepción química y de otro tipo a partir de los años 60 cambió radicalmente la familia occidental. Las personas tienen menos hijos y se casan más tarde, suponiendo que se casen. El aborto y las familias separadas han hecho que la familia sea aún más frágil y reducida. Al mismo tiempo, mientras la familia se debilitaba, también el cristianismo se debilitaba. Efectivamente, las Iglesias se han debilitado en gran medida porque la familia se estaba desintegrando a un ritmo nunca visto antes en la historia.
-Una relación que usted ha explicado en su libro Cómo el mundo occidental perdió realmente a Dios.
-Los seres humanos necesitan vínculos con las comunidades. A medida que las comunidades primordiales de la familia y la fe se han vuelto más problemáticas, cada vez más personas han desviado su fidelidad y su apego a otros grupos, en especial los que se basan en políticas identitarias o en relaciones comunes de etnia, raza, tendencias eróticas (LGBT), etc. Estos grupos políticos actúan como familias y comunidades religiosas sustitutivas.
-El ejemplo de las comunidades anglicana y luterana está a la vista de todos: la versión «light» del cristianismo, la adecuación a los tiempos, es la muerte de las Iglesias. Y sin embargo, no parece que se haya aprendido la lección.
-Muchas personas no saben que, hasta hace poco tiempo, todas las confesiones cristianas estaban de acuerdo en el hecho de que la anticoncepción estaba mal. Lutero la condenaba, igual que Calvino. Esta unanimidad no ha conocido variaciones hasta 1930, cuando la comunión anglicana hizo la primera excepción a la regla.
-¿Qué pasó?
-Los anglicanos declararon que la anticoncepción estaba permitida en determinadas circunstancias solo para las parejas casadas. De manera casi inmediata estuvo claro que muchas otras excepciones seguirían a esta. En poco tiempo, la anticoncepción se difundió y muchas Iglesias protestantes la aprobaron teológicamente. Casi cien años después, los resultados de ese experimento teológico está a la vista de todos: las Iglesias que han abandonado la moral cristiana en materia de anticoncepción han implosionado. Muchas, dentro de unas décadas, ya no existirán. Como documenta mi capítulo sobre este tema, este esquema se ha verificado en más de una ocasión, y siempre con los mismos resultados: catástrofe demográfica y religiosa. Dado los hechos de la historia, no se comprende por qué hay quien pide que la Iglesia católica siga este mismo y desastroso camino.
-El título del capítulo IX de su libro es «¿Qué provoca la secularización?»
-Muy fácil: la disponibilidad de la anticoncepción, económica y eficaz, se ha convertido en la mayor tentación a nivel colectivo desde que Eva tomó el fruto del árbol. Aceptarla ha significado que la mayor parte de los cristianos, a partir de los años 60, vive dando la espalda a la antigua enseñanza de la Iglesia. Un tipo de desafío genera otro. Es la razón por la que desde que se ha abrazado la píldora se han desatendido otras enseñanzas de hace dos mil años sobre el aborto, la homosexualidad, el divorcio, etc. El rechazo de estas enseñanzas ha tenido como resultado un gran coste: muchos, muchos cristianos ya no pueden decir que creen completamente en la fe. Este extendido amotinamiento ha socavado la Iglesia, llevándola a la secularización.
-Vivimos una especie de paradoja: obispos, sacerdotes y teólogos católicos cuestionan la «Humanae Vitae» mientras que, fuera de la Iglesia, cada vez más personas reconocen su gran clarividencia.
-Es realmente difícil comprender cómo es posible que tantas personas instruidas e ilustres parece que desconozcan hechos fundamentales que vienen de tiempo atrás. Cuando la Humanae Vitae se publicó en 1968, muchas personas, también dentro de la Iglesia, deseaban que la antigua prohibición contra el control de la natalidad cambiara. No habrían podido prever lo que ha sucedido en las sociedades occidentales cuando la anticoncepción se convirtió en norma. Décadas después, la evidencia es inevitable. Las ciencias sociales en todo Occidente han documentado las recaídas demográficas: familias destruidas, hermanos ausentes, soledad a una escala nunca vista antes, millones y millones de abortos y mucho más. Todas estas consecuencias de la revolución sexual han tenido como resultado enormes costes humanos y sufrimiento. Como también la difundida dependencia de la pornografía, otra forma de sexo «consensual» no conyugal. Todo el que finja que esta realidad bien documentada no existe comete un crimen contra la verdad. Los hechos están a la vista de todos.
‘Gritos primigenios‘ es otra obra de Mary Eberstadt publicada en español.
-Una ojeada a las numerosas notas a pie de página del libro lo demuestra. En Italia hay cardenales y obispos que declaran intocable la ley 194 [la ley que permite el aborto en este país], porque en ella hay «partes buenas». ¿Cómo valora esta «conciliación»?
-No soy una experta en derecho italiano, pero ensalzar leyes que protegen el aborto significa tomar parte en una mentira. Y la mentira es que el aborto pueda ser una buena idea. Dado que el Catecismo es firme sobre el hecho de que el aborto siempre es un grave mal, es difícil comprender cómo hay personas en la Iglesia que puedan defender una ley que dice lo contrario. La tentación de defender leyes que desafíen el Catecismo es un ejemplo ulterior de la presión que la revolución sexual ha ejercido sobre la Iglesia. Los católicos están llamados a resistir a esta presión, no a capitular ante ella.