Estos tres días siguen las características de los cuaresmales, aunque los formularios han sido algo cambiados, al objeto de completar la celebración de los misterios pascuales.
En tiempos de San León Magno, papa, el Miércoles Santo sólo poseía una celebración litúrgica sin Misa; ésta se introduciría poco después con Hilario I.
La Misa tenía dos lecturas y la Pasión de San Lucas.
El Lunes y el Martes tenían Misa.
El Martes se leía el Lavatorio de Pies, que más tarde pasó al Jueves Santo.
Durante el siglo VIII se introdujo la lectura de la Pasión de San Marcos.
En la liturgia actual, la primera lectura de los tres días se refiere al SIERVO DE HAHVÉ (Is 42, 1-4; 49, 1-6; 50, 4-9), cuyo sentido profético y tipológico es muy claro: CRISTO ES EL VERDADERO “SIERVO” que, mediante el sacrificio de su Pasión y Muerte, realiza la perfecta y definitiva alianza entre Dios y su pueblo, el nuevo Israel.
La lectura sinóptica (Mateo, Marcos o Lucas) de la Pasión ha sido desplazada al Domingo de Ramos y substituida por la “Unción de Betania”, el “Anuncio de la traición de Judas y de la negación de Pedro”, y el “Relato de la traición de Judas”, cuyo contenido está en clara sintonía con el misterio de la Pasión y Muerte.