En la Cuaresma tenemos que renovar el principal don del bautismo que es la fe.
Por ello hemos de escuchar con atención el Evangelio de este día.
Un funcionario “ve”, y con él, toda su familia, tras el milagro (el segundo signo que realiza Jesús, y además en el propio Caná) que lleva a cabo “a distancia” con su hijo que estaba muy enfermo.
Parece que Jesús se “molesta” por la solicitud de signos/milagros que le hacen.
No es eso. Pero entendamos que más que por los signos, hemos de creer por su Palabra. Su Palabra lo atestigua como Unigénito de Dios.
Con todo, obra el signo solicitado, el milagro, que se convierte en signo importante para el funcionario y toda su familia. A partir de ese instante entran, podríamos decirlo así, en el terreno de la fe. Se fio de la palabra dada “Anda, tu hijo vive”. Pero esa fianza no es la que tendrá al final cuando escuchamos “Y creyó él con toda su familia”.
Hay que pedirle al Señor que nos ayude a “ver”, esto es, a creer con más firmeza que lo que vean nuestros propios ojos. Lo que le había pasado, unos versículos antes, a la samaritana y a sus vecinos, que había creído en El.