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SEXTA LECCIÓN: “UN CORAZÓN QUE SE OFRECE”
Mucha gente identifica el Apostolado de la Oración con el culto o la devoción al Corazón de Jesús. En realidad, hay una unión “espontánea” entre ambos aspectos, pues el Apostolado de la Oración ha sido difusor de la devoción y la espiritualidad del Corazón del Redentor. ¿Por qué?
- Al darnos cuenta del amor personal que Cristo nos tiene a cada uno, nace el deseo de responder personalmente a ese amor; de ahí, el querer reparar, y el consagrarnos al Corazón de Cristo.
- Lo que dio valor al sacrificio de Cristo en la Cruz, y lo que sigue dando valor a la prolongación de ese sacrificio en la Eucaristía, fue la voluntariedad de su entrega al Padre. La muerte no le sobrevino a Jesús como por casualidad, o por fatalidad. Ni siquiera que Jesús “soportó” la muerte con simple resignación. La aceptó voluntariamente. Y esa voluntariedad estaba impregnada de amor al Padre y a nosotros. Jesús aceptó el sacrificio con el Corazón.
- No podremos colaborar en la obra redentora que Cristo está llevando a cabo si no sintonizamos con su oblación amorosa, esa oblación que sigue brotando de su Corazón. Para ofrecernos con Cristo hemos de vibrar al unísono con el Corazón de Cristo. Hemos de tener su Corazón.
- Rendimos culto al corazón físico de Jesús, aceptando así el realismo de la Encarnación. Así pues, decimos y creemos que Dios tiene corazón humano. Al rendir culto al Corazón físico de Jesús no hacemos un acto de idolatría; y tampoco adoramos una cosa abstracta: es algo físico, que el Apóstol Juan pudo sentir y tocar.
- Por otra parte, ese Corazón físico es símbolo de Amor humano y divino de Dios a nosotros. No hay lugar al sentimentalismo. Manifiesta la interioridad, el secreto más profundo de Dios, de lo que Dios es y hace.
- En el Apostolado de la Oración damos culto al Corazón del Redentor conforme a las enseñanzas de la Iglesia. Un socio del Apostolado que ve el Corazón de Jesús como lugar de encuentro del amor que Dios nos tiene y nuestra respuesta tantas veces negativa, ha entendido su compromiso de redimir el mundo con Cristo. Ya no puede quedarse insensible.
Algunas citas bíblicas para considerar: Jn 19, 31-37; Jn 10, 11-18