Cuando preside el obispo la misa se colocan bien sobe el altar o cerca del mismo, siete velas o candeleros.
¿Por qué siete luces? Como es fácil de comprender, en la Liturgia no hay nada arbitrario.
Toda la Liturgia es un lenguaje de signos y símbolos con significados y ese signo de las siete luces también tiene el suyo.
El número siete, que indica perfección, se usa para destacar la plenitud del sacerdocio de la que participa el obispo.
Siete son los días de la semana, siete los diáconos para el servicio terrenal, siete los sacramentos, siete los dones del Espíritu.
También fueron primitivamente siete las basílicas mayores, todas ellas en Roma, aunque hoy solamente se consideran así cuatro –San Pedro, San Pablo, Santa María la Mayor, San Juan de Letrán- con la peculiaridad de que en su altar principal sólo puede oficiar el Papa.
El origen de las siete velas viene de la época de la Liturgia ‘estacional’, en que el Papa, obispo de Roma, era acompañado de su séquito, turnándose para ello las siete divisiones o regiones de la Urbe de Roma. Quienes portaban los cirios encendidos eran los acólitos.
También algunos autores apuntan al Apocalipsis donde se habla de siete lámparas ardiendo delante del trono. En definitiva, es un signo que expresa preminencia episcopal.
Sólo se usan las siete luces si el obispo que oficia es el obispo diocesano, o sean el que tiene la jurisdicción en la diócesis. Si un obispo oficia fuera de su jurisdicción no se encienden las siete luces.