Es una memoria obligatoria (cuando no cae en domingo).
Se celebra inmediatamente después de “la Exaltación de la Santa Cruz”, el 14 de septiembre.
Fue una fiesta de los “Servitas”, o “Siervos de María”, (siglo XIII), a quienes se les concedió celebrarla en el siglo XVII, en 1667. Gracias a esta congregación religiosa, arraigará en el pueblo cristiano la devoción a los Dolores de la Virgen María.
El papa Pío VII la extendió a toda la Iglesia occidental, o latina, en 1814, en gratitud por la liberación de Napoleón.
Pero antes ya existía la fiesta de los “Siete Dolores de la Santísima Virgen María”, introducida en 1727 para la Iglesia entera y colocada en el que era conocido “viernes de Dolores”, antes del Viernes Santo. Las primeras huellas de esta celebración se encuentran en el siglo XV, pero fue eliminada en 1969, después del Concilio Vaticano II, para evitar un “duplicado” del 15 de septiembre.
Así pues, coincidieron durante siglos ambas celebraciones. En la que se conmemoraba en vísperas de la Pasión, se contemplaba la participación de María en el sacrificio de Cristo; la del 15 era ocasión para contemplar la compasión de la Virgen por la Iglesia, sometida siempre a las pruebas y a las persecuciones.
Se celebraba el tercer domingo de septiembre.
En 1913, San Pío X la trasladó al 15 de ese mes, fecha que ha conservado el nuevo Calendario Romano.
Actualmente, se pretende que contemplemos la participación de María en el misterio de la Cruz de su Hijo.