Seguimos…
Si la historia que los libros bíblicos narran no fuese conforme a los hechos, se convertiría en opinable la misma verdad que enseñan.
Esa verdad perdería sus contornos, se desvanecería y perdería su credibilidad, al estar fundada sobre bases humanas tan precarias.
La verdad bíblica, en definitiva, quedaría a merced del subjetivismo que terminaría por acomodarla al propio gusto, adaptándose a la concepción que cada uno tiene del mundo y de las cosas.
El hombre tiene necesidad de certezas divinas e inmutables para dirigir su vida hacia Dios, el cual, en su misericordia, las ha concedido a través de un texto –la Sagrada Escritura.
Lo que hemos afirmado, si, por una parte, significa que los textos de la Escritura no narran realidades de salvación desvinculadas de la historia, de modo tal que el componente histórico pertenece al acontecimiento salvífico, por otra parte, implica que la investigación histórica, que se dirige al alcance real de los acontecimientos, no solo no es un obstáculo, SINO QUE PUEDE Y DEBE SER UN APOYO PARA LA FE.