¿Qué pasa con ciertas descripciones de fenómenos del mundo natural?
Ningún verdadero desacuerdo puede darse entre el teólogo y el físico, con tal que uno y otro se mantengan en su terreno, procurando cautamente de no afirmar nada temerariamente ni dar lo desconocido por conocido, como apuntó San Agustín.
Se trata de un principio de prudencia humana y sabiduría sobrenatural.
La interpretación de los textos sagrados no puede asumir lo que para la ciencia o para la teología permanece todavía en el terreno de los OPINABLE; a la vez, que la ciencia y la interpretación (exégesis) bíblica, bien conducidas, están llamadas a convivir en un diálogo armónico, pues Dios, el único y mismo creador de la naturaleza, es el autor principal de los libros bíblicos. La ciencia verdadera, lejos de oponerse, servirá siempre, de ayuda eficaz para el conocimiento de la Palabra de Dios escrita.