CONTINUAMOS…
- Cristo vive realmente: ¡Qué Cristo vive! Es la obviedad que se sigue de su resurrección. En efecto si resucitó, Cristo vive: su trayectoria vital se alarga en el tiempo y su biografía no se agota en el tiempo, medido por el calendario. Su vida histórica está trascendida por la resurrección.
Esta primera verdad es lo que permite afirmar que la fe cristiana no termina en el Jesús histórico, sino que tiene por objeto a Cristo resucitado, que vive misteriosamente presente en la Iglesia y está glorificado en el cielo.
Esta obviedad la repiten los ángeles a las incrédulas mujeres: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?” (Lc 24, 5). La presencia del Cristo vivo es lo que predican también los Apóstoles.
A este respecto, es obligado citar el caso de San Pablo: prisionero en Cesarea, a la visita del rey Agripa y su hermana Berenice al nuevo procurador romano Festo, este, que ya había dialogado con Pablo, les comunica con perplejidad que aquel prisionero, seguidor de un tal Jesús, al que habían condenado a muerte y crucificado, “asegura que vive” (Hch 25, 19). La convicción de San Pablo partía de que Jesús le había hablado en el camino de Damasco (Hch 9, 4-5) y más tarde asegura que “le ha visto” (1Cor 9, 1).
SEGUREMOS…