Es una fiesta típicamente oriental, que quizá tiene como origen la dedicación de la basílica del Monte Tabor. En el monasterio de Santa Catalina en el Sinaí se conserva el mosaico más antiguo de la Transfiguración.
Se conoce como fiesta en Siria a partir del siglo VII.
Pasa a España, Nápoles, Francia.
Se celebra en Roma primero en la Basílica Vaticana. El Papa valenciano Calixto III la extiende a toda la Iglesia en 1457 como acción de gracias por la victoria contra los turcos en Belgrado el 6 de agosto de 1456.
Este Misterio es celebrado también durante la Cuaresma, en el segundo domingo.
En Oriente se celebra, asimismo, el 6 de agosto, cuarenta días antes de la fiesta de la Exaltación, quizá por la tradición que supone que el episodio de la Transfiguración ocurrió cuarenta días antes de la Crucifixión.
En Oriente es una fiesta de connotaciones espirituales y litúrgicas muy acentuadas. Es la fiesta de la “Metamorfosis”, la Transfiguración de Cristo, modelo de nuestra deificación.
Las oraciones de la Misa acentúan la gloria de Cristo y la revelación de su filiación, que se refleja en nuestra adopción filial y en nuestra transformación en Cristo.
Bello prefacio que hace referencia al misterio de la Iglesia anticipado en la Transfiguración del Cuerpo de Cristo como destino de Gloria.
Esta Fiesta del Señor, por la importancia que tiene en Oriente, y por la riqueza de significado, debería tener más relieve en una celebración solemne y gozosa, con una vigilia de oración, con cantos y un estilo apropiado, especialmente en los monasterios o en la coincidencia, como a veces resulta en tiempo de agosto, con la celebración de un día especial de retiro o durante los Ejercicios Espirituales.
Es una Fiesta del Señor en la que se refleja el destino del cristiano, la posibilidad de la deificación, como ya notaban los monjes del siglo XIII y XIV.