La identidad sexual biológica consiste en que si uno nace de un cuerpo del mismo sexo que el de la madre, es mujer, pero si no es así, estamos ante un varón. Es la relación de nuestro cuerpo con la generación lo que define nuestra identidad sexual biológica.
La transexualidad es el fenómeno por el cual un sujeto se siente como perteneciente al sexo opuesto al que biológicamente pertenece, con el consiguiente deseo de la transformación anatómica de su cuerpo. Se da de este fenómeno la siguiente definición: “Sentimiento profundo e inquebrantable de pertenencia al sexo opuesto, a pesar de una configuración sin ambigüedad en relación con el sexo cromosómico y con una necesidad intensa y constante de cambiar de sexo y de estado civil”. Se da por tanto en ellos una disociación entre su sexo real y su sexo subjetivo. Para conseguir que la imagen que dan a los otros por su apariencia no sea falsa a sus ojos, solicitan tratamiento médico, que consiste en la toma de hormonas y en intervenciones de cirugía, con lo que obtienen una transformación corporal no perfecta, puesto que sus funciones de reproducción se suprimen, pero que les acerca a la apariencia física de las personas del sexo al que quiere pertenecer.
Se trata de una alteración relativa a la orientación sexual, determinada por el contraste entre el sexo “psicológico” y el “biológico”. Los transexuales constituyen el claro ejemplo de que no basta el cuerpo para la orientación sexual, sino que también influyen el desarrollo psicológico y la manera de percibir y vivir subjetivamente su realidad sexual. Hay como una especie de desdoblamiento de la identidad por causas todavía muy difíciles de establecer, aunque se piensa sobre todo en causas psicosociales, especialmente en conflictos de identidad desde la niñez. Un transexual se encuentra con el hecho de que lo es, sin ninguna culpa, por lo que tiene que encontrar comprensión y apoyo en su familia y en la sociedad.
Los transexuales pueden tener relación preferente heterosexual, de acuerdo con su sexo originario, pero es mucho más frecuente la elección homosexual, especialmente entre las mujeres, aunque no se consideran homosexuales, pues afirman y sienten que su sexo es el opuesto. Las tendencias transexuales comienzan en la infancia, pero se manifiestan externamente en la adolescencia o juventud, dándose en ambos sexos..
El transexual está convencido de ser un verdadero error de naturaleza, error que desea superar. Las personas que creen ser hombres atrapados en cuerpos de mujer (o viceversa) necesitan terapia. Si el transexual decide cambiar de sexo, es porque vive su sexo actual de manera conflictiva. Como ya hemos dicho, con los avances médicos actualmente es posible alterar hasta cierto punto, si bien no totalmente, la estructura anatómica de una persona, pues es posible la creación de penes o vaginas artificiales que suplen, de alguna manera, la ablación de los órganos masculinos o femeninos.
Esta operación de cambio de sexo no es una curación, sino que forma parte de un tratamiento psiquiátrico, cada vez más desaconsejado, como lo muestra el ejemplo de la clínica Johns Hopkins de Baltimore, que hace tiempo dejó de hacerla, y siendo en Reino Unido, Suecia y Estados Unidos cada vez más fuertes las voces de los que lo consideran un disparate. Los problemas de la personalidad y las tendencias depresivas subyacentes no desaparecen después de la cirugía, pues la cirugía no cambia el hecho de que cada célula del cuerpo humano sea claramente masculina (XY) o femenina (XX) y pueden seguir causando problemas, por lo que la operación se considera una terapia paliativa que no lo resuelve todo y por el contrario en la mayoría de los casos es totalmente contraproducente.
“La despatologización de la transexualidad se identifica con favorecer una intervención médica, pero sin criterios médicos, sino con criterios subjetivos del paciente. Despatologizar significaría poder solicitar y aplicar tratamiento médico e incluso quirúrgico de forma arbitraria, obligando al personal sanitario a obedecer los deseos de los pacientes, aunque ello conlleve graves riesgos para la persona. Estamos ante un ejemplo claro de irracional dogmatismo ideológico”, según la nota de los obispos de la subcomisión episcopal para la Familia y Defensa de la Vida ante la nueva Ley sobre salud sexual y reproductiva.
Desde el punto de vista jurídico, la Ley española autoriza el cambio de sexo en el Registro Civil sin necesidad de operación. A nivel moral, todos están de acuerdo en la licitud de aquellas ayudas psicológicas, farmacológicas y hasta quirúrgicas, que configuren a la persona en función de su sexo biológico. Pero si se trata de lo contrario, es decir, adecuar lo biológico a lo psicológico, veamos lo que nos dice el Papa Francisco.
En efecto, el Papa Francisco ha afirmado en varias ocasiones, en continuidad con el Magisterio de la Iglesia, que esta conducta es contraria a la naturaleza del hombre. En su encíclica Laudato si’ escribe: «La ecología humana implica también algo muy hondo: la necesaria relación de la vida del ser humano con la ley moral escrita en su propia naturaleza, necesaria para poder crear un ambiente más digno. Decía Benedicto XVI que existe una «ecología del hombre» porque «también el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo». En esta línea, cabe reconocer que nuestro propio cuerpo nos sitúa en una relación directa con el ambiente y con los demás seres vivientes. La aceptación del propio cuerpo como don de Dios es necesaria para acoger y aceptar el mundo entero como regalo del Padre y casa común, mientras una lógica de dominio sobre el propio cuerpo se transforma en una lógica a veces sutil de dominio sobre la creación. Aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados, es esencial para una verdadera ecología humana.