Al tercer día después de su muerte, Cristo resucitó glorioso de entre los muertos.
La Resurrección es una VERDAD FUNDAMENTAL del cristianismo que se halla expresada en todos los símbolos y reglas de fe de la Iglesia antigua.
Cristo resucitó por su PROPIA VIRTUD. La razón de ello fue la “unión hipostática”.
La causa principal de la Resurrección fue el Verbo en común con el Padre y el Espíritu Santo.
La causa instrumental fueron las distintas partes de la humanidad de Cristo unidas hipostáticamente con la divinidad, a saber: el alma y el cuerpo.
La Sagrada Escritura dice abundantemente que Cristo fue resucitado por Dios o por el Padre, pero estas afirmaciones, ciertas, hay que entenderlas en razón de su naturaleza humana creada.
Para Cristo, la Resurrección significó su ingreso en el estado glorioso, recompensa merecida por su humillación en el sufrimiento.
En el ASPECTO SOTERIOLÓGICO (SALVÍFICO), la Resurrección no es la causa meritoria de nuestra Redención como sí fue su Muerte en Cruz, pero sí es la consumación gloriosa de la obra redentora. Es figura de nuestra resurrección espiritual del pecado, y es figura de nuestra resurrección corporal.
En el ASPECTO APOLOGÉTICO (defensivo), la Resurrección es el mayor de los milagros de Cristo y el argumento más decisivo sobre la veracidad de sus enseñanzas pues en El se cumplieron las profecías.