Los salmos son poesías. Pero poesías hebreas. Esto quiere decir que no debemos compararlas a las poesías de las que tenemos conocimiento, de tradición romance o latina, y que tienen una rima asonante o consonante.
En la poesía hebrea el paralelismo no se pretende en la rima de las palabras, ni de manera asonante, ni de manera consonante. En la poesía hebrea el paralelismo se busca en los pensamientos. O forzando un poco la explicación, una rima de pensamiento o idea o concepto.
Este paralelismo conceptual se establece de tal modo que nos recuerda al balanceo de una mecedora. El autor sagrado está gozando de las imágenes que le vienen a la conciencia y disfruta expresándolas una y otra vez. Nos hace “mecer” en su contemplación. Es propio de la sensibilidad oriental.
Así, la lírica hebrea es un deleite para la imaginación, más que para los oídos.
El paralelismo puede ser:
- Sinónimo: es cuando se repite el mismo pensamiento con frases distintas;
- Antitético: si opone un pensamiento con el pensamiento contrario; y,
- Sintético: si el segundo miembro desarrolla el sentido del primero.
Otros signos del carácter poético de los salmos son:
- Alfabetismo: consiste en que cada verso, o versos alternos, comienza con una letra del alfabeto hebreo;
- Anáfora: es la repetición de una palabra o grupo de palabras al principio del verso;
- Epífora: al contrario que el anterior, pues se repiten al final;
En algunos salmos aparecen conjuntamente la “anáfora” y la “epifora”.
- Estribillo: que se repite en cada estrofa o, a veces, después de cada verso.
El carácter poético de los salmos es una de las condiciones requeridas para usarlos provechosamente en rezo de la Liturgia de las Horas.