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Después de ver los “cánticos” en la anterior entrega, hoy veremos las antífonas, esas frases que se enuncian antes de la recitación del salmo o del cántico, y que se repite unánimemente por parte de todos al rematar.
Al principio eran muy extensas y largas, aunque ello le daba mucha seriedad al Oficio Santo.
Después se irían acortando. Y se repetirían al principio, y, especialmente, al final.
Hay distintas clases de antífonas:
- “Salmódicas”, proceden de un texto del mismo salmo al que acompañan. A veces, se toman textualmente del salmo; otras, se introducen algunas variantes que hacen alusión al misterio o fiesta que se celebra. Entre estas antífonas hay que incluir la aclamación del “aleluya”, que está unida a muchos salmos. Es el tipo más antiguo de antífona.
- “Evangélicas”, son las que se inspiran o se toman literalmente de los Evangelios. Este tipo de antífonas aparece de modo especial en los cánticos del “Benedictus” y del “Magníficat”. Al principio, estos dos cánticos tenían por antífona la aclamación “aleluya” en los domingos, mientras que en las ferias iban acompañadas de unas breves frases de esos mismos cánticos. Con el tiempo, en los días festivos o de gran significación en el año litúrgico, la antífona de estos cánticos se enriqueció más y se tomó del Evangelio de la Misa del día.
- “Históricas”, reflejan algún episodio de la vida del santo que se celebra en el Oficio. Algunas tienen escaso valor histórico.
- “Independientes”, son las que no están incluidas en las tres anteriores. Normalmente, tienen un altísimo interés teológico y eucológico (ciencia que estudia la composición de las oraciones litúrgicas, y su recitación); así ocurre con las antífonas de la “O”, en el “Magnífica”, y con las que comienzan con la palabra latina “hodie” (hoy), que acentúan la permanencia de los misterios salvíficos por medio de la celebración litúrgica.
Mañana hablaremos de las “Lecturas”, es decir, la “lecturilla”.