“Perennidad” e “inmutabilidad” son dos nociones que se compenetran. Cuando se dice que la Biblia contiene un mensaje perenne susceptible de ser actualizado y aplicado a cada época, a cada hombre y cada comunidad de hombres, no se está relativizando su mensaje, vinculándolo con circunstancias cambiantes.
La capacidad de los textos bíblicos de adaptarse a cada hombre y a cada situación se realiza, de hecho, mediante una simultánea RECONDUCCIÓN de los hombres a la verdad eterna e inmutable que la Biblia enseña, pues su enseñanza nunca cesa de ser válida, siendo como es un mensaje eterno de Dios para todos los hombres.
La Sagrada Escritura, inseparablemente unida a la Tradición viva de la Iglesia, ha sido, es y será siempre la regla firme de fe para la Iglesia de todos los tiempos.
La Sagrada Escritura contiene palabras inspiradas por Dios, así que su Verdad no puede cambiar; puede, sí, ser actualizada e inculturizada en la vida de los hombres y de las naciones.