LA ANUNCIACIÓN (Y LA ENCARNACIÓN), UNA EXPLICACIÓN LITÚRGICA

by AdminObra

La Solemnidad de este día podemos situarla en las celebraciones del ciclo del Misterio del Señor, o en las fiestas que nos hablan de la presencia de la Virgen en el año litúrgico.

Desde el primer punto de vista, desde el siglo IV, con motivo de la proclamación del evangelio de la Anunciación antes de Navidad, las Iglesias de Oriente y de Occidente fijan su atención en este misterio y lo celebran con la palabra y los comentarios de las homilías. Muchas homilías de los Santos Padres del siglo IV son comentarios a las palabras del Ángel: Dios Te Salve, María.

La Iglesia, pues, ha celebrado este Misterio en el tiempo de Adviento. Así lo confirma la liturgia hispánica con una famosa y curiosa inlatio que comenta el episodio de la Anunciación en el Segundo Domingo de Adviento; o la liturgia ambrosiana, que asigna al VI Domingo de Adviento, según la tradición, la celebración de la Maternidad de María.

La liturgia romana actual celebra de manera orgánica este Misterio en el IV domingo de Adviento del año B, y en el 20 de diciembre, durante las Ferias Mayores de Adviento.

Ya a partir del siglo VI en Asia Menor, por una serie de cuestiones, se fijó la fecha del 25 de marzo, nueve meses antes de Navidad, como conmemoración de la Encarnación del Señor, o Anunciación a María.

El Papa Sergio I introdujo esta fiesta en Roma a finales del siglo VII.

Prevaleció más tarde su connotación mariana por el título que es todavía “Anunciación de la Madre de Dios” en Oriente.

En el nuevo calendario litúrgico, se recuperó el título original, Anunciación del Señor, y es considerada como solemnidad.

El mensaje de las oraciones de la Misa de este día se conjuga una amplia alusión a los Misterios de la Redención: Encarnación, Pasión, Resurrección.

El prefacio, antes de la Plegaria Eucarística, de tono mariano, presenta a Cristo como Primogénito de la nueva humanidad y Salvador de las gentes.

La situación de la fiesta durante el tiempo de Cuaresma, resulta a veces difícil de enmarcar teológicamente.

Hay que dar a esta fiesta su propio significado a la luz del misterio pascual –muerte y resurrección- como sugieren las lecturas y las oraciones de la liturgia: una Encarnación para la salvación de la carne mediante la asunción de la naturaleza humana en el misterio de la muerte y de la resurrección.