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La Iglesia no considera la Biblia como un conjunto de documentos históricos, sino que la acoge como la Palabra de Dios dirigida a Ella y al mundo entero en el tiempo presente.
Así, el mensaje bíblico es susceptible de ser interpretado y actualizado, esto es, de ser “separado”, al menos parcialmente, de su acondicionamiento histórico del pasado, para ser trasplantado a las condiciones presentes.
Para la correcta actualización del mensaje bíblico, conviene tener presente algunos principios fundamentales:
- ES POSIBLE: el texto sagrado tiene valor en todas las épocas y en todas las culturas relativizando el sistema de valores y las normas de comportamiento de las generaciones. O de fecundarlo;
- ES NECESARIA: esto supone un esfuerzo hermenéutico que busque discernir los puntos esenciales del mensaje sagrado;
- DEBE RESPETAR EL DINAMISMO DE LA BIBLIA: debe tener en cuenta el complejo de relaciones que existen entre el Antiguo y Nuevo Testamento;
- SE REALIZA GRACIAS AL DINAMISMO DE LA TRADICIÓN VIVA: pues la Tradición realiza un doble papel:
- Proporciona “protección” contra las interpretaciones aberrantes,
- Asegura la transmisión del dinamismo original.
- LA ACTUALIZACIÓN NO SIGNIFICA MANIPULACIÓN: no se trata de proyectar sobre los escritos bíblicos opiniones o ideologías nuevas, sino que se trata de buscar con sinceridad la luz que contienen para el tiempo presente.