Jesús nace en unas circunstancias anormales.
Este nacimiento contiene un “secreto”.
La tradición cristiana primitiva, que ha quedado plasmada en dos fuentes documentales: los relatos de la infancia de los Evangelios de San Mateo y San Lucas (independientes entre sí), afirma claramente la concepción virginal de María.
El núcleo común de las visitas angélicas, la que recibe San José y la que recibe María, es la afirmación de que el origen de Jesús está en la acción poderosa, decisiva, única del Espíritu de Dios, que crea allí donde no hay vida. Es decir, la concepción de María sin concurso humano, por obra del poder divino, se orienta a la identidad de Aquel que tiene que nacer: EL HIJO DE DIOS ALTÍSIMO.
La concepción virginal da visibilidad a la fe de los primeros cristianos en Jesús como Hijo del mismo Dios, y manifiesta que para Este “nada hay imposible”.
Hay que destacar, por otra parte, que aparece otra intervención singular y única del Espíritu Santo, la que produce la Resurrección.
La concepción virginal, con estos datos en la mano, no es la adaptación cristiana de un mito que está presente en otras religiones. En los Santos Evangelios, el Espíritu Santo no actúa como un ‘partner’ masculino de origen divino que fecunda sexualmente a una mujer de este mundo, al estilo de Rómulo. O bien, el emperador Octavio Augusto, considerado hijo de Atia y del dios Apolo. Tampoco ayuda mucho remitirse a los relatos de los fundadores de las religiones, como Krishna o Buda: en el caso de María de Nazaret, el elemento prodigioso se reduce a la palabra divina, vehiculada por el ángel, que anuncia lo que ya ha sucedido (San Mateo), o lo que todavía tiene que suceder (San Lucas).
El relato de la concepción virginal de María ha surgido de los estratos más primitivos de la tradición cristiana como reflejo de un elemento irreductible que forma parte esencial de la persona de María de Nazaret y, en consecuencia, de Jesús, su Hijo. El casi anonimato que rodea a los personajes (María, y José) que intervienen en la concepción y el nacimiento de Jesús es una garantía a favor de lo que dejan entrever los Evangelios de Mato y Lucas. Los relatos son diferentes, pero la tradición es antigua y única.
San Mateo ha tomado el pasaje de Isaías (7, 14) y lo ha aplicado claramente a la virginidad de maría, que se mantiene virgen a pesar de la concepción de su hijo quien ostenta el sobrenombre de EMMANUEL.