UN POCO DE HISTORIA
Decía el barón Robert Baden-Powell, fundador de los scouts, que «para hacer cosas grandes se necesita comenzar con cosas pequeñas». Como, por ejemplo, una llamita de luz traída del lugar en el que nació Jesús, cuyo viaje, acogida y reparto acaba siendo un gesto de hermandad para el mundo entero. La tradición de la Luz de la Paz de Belén se remonta a 1986, cuando la Radio Televisión Austríaca (ORF) puso en marcha en la ciudad de Linz el proyecto Luz en la Oscuridad, destinado a niños con discapacidad y necesitados. Desde 1987, los encargados de ir a por la luz y distribuirla al resto de países participantes son jóvenes del MSC.
Un scout austríaco, elegido por haberse destacado en su servicio a los demás, parte hacia Belén poco antes de la Navidad para prender la llama de una de las velas de la gruta de la Natividad. Él será el guardián de ese fuego que vuelve a Austria con permisos especiales para viajar en avión y protegido en un candil para que no se apague. Entonces, acuden a Viena scouts de todo el mundo para recoger la luz y llevarla a sus países, llegando a más de 30 por todo el mundo.