Consideración sacerdotal
“Ese hombre de oración y dedicado a la búsqueda de Dios que es el sacerdote es también aquel que ha sido enviado en nombre de Dios. Así como Dios, aun estando presente en medio de su pueblo en la nube y en la tienda del encuentro, dio a Israel guías y jefes, también en medio de nosotros suscita esos “nuevo Moisés” que son los obispo y los sacerdotes.
Como sobre Moisés, también sobre el obispo y sobre el sacerdote –ahora en nombre de Cristo- pesa la grave responsabilidad de liberar al pueblo cristiano del yugo de su pecado y conducirlo a través de las aguas del Mar Rojo –es decir, a través de las aguas del bautismo- hasta el desierto donde Dios nos espera con el ardiente deseo de renovar su Alianza con nosotros.
Como Moisés, los pastores de la Iglesia son conscientes de haber recibido una misión que no pueden llevar a cabo sin antes descalzarse humildemente ante la zarza ardiente del amor misericordioso de Dios, sin antes haberse desprendido de todo pecado y toda violencia interior.
Como Moisés, han de ser grandes hombres de oración que se han acercado a la zarza ardiente de la misericordia divina para dejarse abrasar por ella, para dejarse deslumbrar por el rostro invisible de Dios; y han de ser también profetas, enviados de Dios”.
(Card. Robert Sarah).