Es una fiesta tardía y “apócrifa” que celebra la Consagración de la Virgen María en el templo de Jerusalén, a la edad de 3 años.
La iconografía, extrabíblica, está tomada de los libros apócrifos: “Protoevangelio de Santiago” (ss. VII y VIII) y “Evangelio del Pseudomateo” (s. IV). Y es popularizada por la “Leyenda Dorada” (s. XIII).
Es una escena propia del ciclo narrativo de la Virgen María y plasma el momento en que la Niña sube, sola, a la vista de sus padres y esperada por el sacerdote Zacarías, los quince escalones hacia el altar del Templo que correspondían a los salmos graduales (o salmos escalonados, o de subida o progresivos, que cantan no sólo la última etapa de la peregrinación a Jerusalén y sus emociones a la vista del templo y de la ciudad santa, sino todas las peripecias y sentimientos desde el proyecto de la misma hasta su culminación, y que cantaba el pueblo cuando subía a ofrecer sacrificios al Señor).
La escena está inspirada en la consagración del niño Samuel (1Sam 1, 24), con un claro contenido sacerdotal.
La Niña María va al Templo, para ser Ella misma Templo del Señor. Las referencias al “huerto cerrado” que ofrece alguna iconografía nos hablan del privilegio de la perpetua virginidad.
María es modelo de vida consagrada a Dios, esto es, ofrecida a Dios con todo su ser.