- San PONCIO, diácono. En Cartago. Diácono de San Cipriano, al que acompañó en el destierro hasta su muerte, dejando un admirable relato de su vida y de su pasión. (s. III).
- Santos APOLONIO y FILEMÓN, mártires. En Antinoe, Egipto. (287).
- San PROVINO, obispo. En Como. Discípulo de San Ambrosio, que preservó de la herejía arriana a la Iglesia que se le había encomendado. (420).
- San SENANDO, abad. En Hibernia, Irlanda. (s. VI).
- San FÉLIX, obispo. En Dunwich, Inglaterra. Oriundo de Burgundia, evangelizó a los ingleses orientales en tiempo de Sigeberto. (646).
- San TEOFILACTO, obispo. En Bitinia, Turquía. Desterrado por defender el culto de las sagradas imágenes. (840).
- San HUMFRIDO, obispo. En Thérouanne, Francia. Tras ser destruida la ciudad por los normandos, procuró congregar y fortalecer a su grey. (871).
- San LITIFREDO, obispo. En Pavía. (874).
- San DUTACO, obispo. En Tayne, Escocia. (1065).
- San VEREMUNDO, abad. En Estella. Habiendo abrazado desde joven la vida monacal estimuló a sus monjes a buscar la perfección con su ejemplo y con ayunos y vigilias. (1095).
- San ESTEBAN, abad. En Limoges. Primer abad del monasterio de San Esteban. Unió a la Orden Cisterciense los tres monasterios que había fundado. (1159).
- Beato VICENTE KAKLUBEK, obispo. En Jedrzejow, Polonia. Obispo de Cracovia que tras renunciar a su cargo profesó allí la vida monástica, en Jedrzejow. (1223).
- San FAUSTINO MÍGUEZ, religioso. En Getafe. Orden de Clérigos Regulares de la Madre de Dios. Al ordenarse sacerdote se entregó a la docencia y consiguió gran prestigio como maestro y perito en ciencias naturales. Fue diligente en su actividad pastoral y fundó el Instituto Calasancio de Hijas de la Divina Pastora, para la educación integral de la mujer. (1925).
Hoy destacamos a SAN JUAN DE DIOS
Nació en Montenor, Portugal, en 1495.
A los ocho años está en Oropesa, de Toledo, no se sabe el porqué. Allí viviría como campesino. Después se enroló con el Conde de Oropesa y combatió en Europa.
Volvió a España y vivió en varios lugares. En Granada vendió libros.
Este aventurero, en 1538, acudió a la ermita de San Sebastián a escuchar un sermón que predicaba San Juan de Ávila.
Las palabras de San Juan le produjeron tal impresión que salió por las calles dando voces de arrepentimiento de sus pecados. Repartió todos sus libros; se quedó en la mayor pobreza y comenzó a todos a amar a Jesucristo. Le tomaron por loco y lo prendieron. Lo flagelaban para “calmarlo”. Allí estaría muchos presos.
Fue a visitarlo San Juan de Ávila y se convertiría en su maestro espiritual.
Al salir del hospital entregó su vida en favor de los pobres. Peregrinó al Santuario de Guadalupe. Al volver a Granada comenzó a recoger pobres y enfermos abandonados en las calles. Para poder sostenerlos iba a buscar leña al monte y pedía limosna diciendo “Hermanos, haceos bien a vosotros mismos”.
Emprendió un apostolado con las prostitutas intentando sacarlas de esa vida.
Buscó una casa grande donde cobijar más enfermos, y con el tiempo se le juntaron otros compañeros en ese estilo de vida.
Por consejo del obispo vistió un hábito de tela basta y cambió su nombre por Juan de Dios.
Antes su nombre era Juan Ciudad.
Son incontables las obras de misericordia que llevó a cabo. Moriría por una de ellas. En efecto, se tiró al río para evitar que un muchacho se ahogara. Cogería una pulmonía por causa de esa acción.
Al saber que estaba enfermo, el arzobispo le mandó aceptar la hospitalidad que el ofrecía la familia Pisa, y en aquella casa expiró santamente.