- Santa REGINA, mártir. Alise, Galia. (s. inc.).
- San SOZONTE, mártir. Pompeyópolis, Cilicia. (s. inc.).
- Santos FESTO, díacono, y DESIDERIO, lector; mártires. Campania. (s. IV).
- San EVORCIO, obispo. Orleans, Galia Lugdunense. (s. IV).
- San GRATO, obispo. Aosta, Alpes Grayos. (s. V).
- Santos NEMORIO y COMPAÑEROS, mártires. Breuil, Galia Trecense. Muertos por Atila. (s. V).
- San ALPINO, obispo. Châlons, Galia Lugdunense. Discípulo de San Lupo de Troyes. (s. V).
- San CLODOALDO, presbítero. Saint-Cloud, Galia. De estirpe regia, asesinados sus padres y hermanos, y tutelado por su abuela, Santa Clotilde, se hizo clérigo y renunció al reino terreno. (560).
- Santa CARÍSIMA, virgen. Albi, Aquitania. Recluida toda la vida. (s. VI).
- Santa MADELBERTA, abadesa. Hainaut, Austrasia. Sucesora de su hermana Santa Adeltruda. (705).
- San HILDUARDO, obispo. Toul, Lotaringia. (760).
- San JUAN de LODI, obispo. Gubbio, Umbría. Acompañante de San Pedro Damiano en legaciones. (1106).
- San ESTEBAN de CHATILLON, obispo. Die, Francia. Sacado de la soledad cenobítica de la Cartuja de Les Portes, presidió la Iglesia con gran diligencia y sin menoscabo de su austeridad cartujana. (1208).
- Santos MARCOS CRISINO, presbítero, y ESTEBAN PONGRACZ y MELCHOR GRODZIECKI, presbíteros jesuitas; mártires. Kosice, Eslovaquia. Ni el hambre, ni las máquinas, ni los tormentos de fuego les hicieron abjurar de la fe. (1619).
- Beatos TOMÁS TSUJI, presbítero, LUIS MAKI y su hijo JUAN, mártires. Nagasaki. Jesuita el primero. Condenados al fuego por su fe. (1627).
- Beatos RANDULFO CORBY y JUAN DUCKETT, presbíteros y mártires. Londres. Jesuita el primero. En tiempo de Carlo I, fueron condenados a muerte en el patíbulo por haber entrado como sacerdotes en Inglaterra. (1644).
- Beatos CLAUDIO BERNABÉ LAURENT de MASCLOUX y FRANCISCO l’OUDINOT de la BOISSIÈRE, presbíteros y mártires. Rochefort. Los mataron de hambre durante la Revolución Francesa. (1794).
- Beato JUAN BAUTISTA MAZZUCCONI, presbítero y mártir. Isla de Woodlark, Papua-Nueva Guinea. Presbítero del Instituto de Milán para las Misiones Extranjeras. Después de años evangelizando, ya exhausto por fiebres y llagas, fue decapitado por quienes odiaban la fe. (1855).
- Beata ASCENSIÓN de SAN JOSÉ de CALASANZ, virgen y mártir. Gandía. Del Instituto de Hermanas de las Escuelas Cristianas. Muerta por odio a la fe. (1936).
Hoy recordamos especialmente a la Beata EUGENIA PICCO
Nace en Crescenzago (Milán) el 8 de noviembre de 1867 de José Picco y Adelaida del Corno. El padre es un excelente músico de «La Scala» de Milán, ciego. La madre es una mujer frívola, que no ama a su marido, sino que prefiere el dinero, el éxito y los viajes. De Eugenia cuidan habitualmente los abuelos y encuentra a sus padres durante las breves pausas que se conceden entre una gira y otra, hasta que un día la madre vuelve sola, sin su marido, dándolo por muerto.
Eugenia, no sabrá nunca nada de su padre. Desde este momento la madre obliga a la hija a vivir con ella y con su amante, del que luego tendrá otros dos hijos. Eugenia crece en un ambiente irreligioso y moralmente malsano, teniendo que convivir entre los deseos mundanos de la madre que la quiere cantante famosa y con el amante de la madre que la molesta y la fastidia frecuentemente.
«Peligros y ocasiones tanto en casa como afuera» dirá luego Eugenia recordando aquellos años de tribulación y aquel «instintivo» anhelo de orar, de mirar hacia arriba, en el silencio de la austera basílica de S. Ambrosio de Milán, donde cada día va a pedir ayuda a Dios, casi sin conocerlo. Hasta que una tarde de mayo de 1886, Eugenia siente dentro de sí la llamada a la santidad y desde aquel instante caminará, con prontitud y fidelidad indefectibles hacia la perfección.
A los veinte años Eugenia decide amar a Jesús y ser santa. Ingresa en la todavía joven Familia Religiosa de las Pequeñas Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María huyendo de casa el 31 de agosto de 1887, siendo inmediatamente acogida, comprendida y amada por el Fundador, el venerable Agustín Chieppi.
El 26 de agosto de 1888 comienza el noviciado y el 10 de junio de 1891 emite la primera profesión religiosa en manos del mismo Fundador. Hace la profesión perpetua el 1 de junio de 1894.
Simple y humilde, fiel y generosa, se entrega sin reservas a las alumnas del Colegio de las que es maestra de música, canto y francés; a las novicias de las que es madre y maestra; a las hermanas como archivista, Secretaria general y Consejera. En junio de 1911 es elegida Superiora general permaneciendo en el cargo hasta la muerte.
Mujer valiente, hace voto de cumplir con perfección serena y tranquila los deberes de Superiora y esto para cumplir la voluntad de Dios.
Animadora sabia y prudente de la Congregación de las Pequeñas Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, durante su gobierno desarrolla una actividad iluminadora y prudente para una organización definitiva del Instituto, proponiéndose cumplir las directrices transmitidas por el Fundador.
Para todos es madre, especialmente para los pobres, para los pequeños y para los marginados, a los que sirve con caridad generosa e incansable. Las necesidades y los dramas de muchos hermanos durante la gran guerra de 1915-1918 le abren aún más el corazón para acoger todo llanto, tanto dolor y toda preocupación social o privada.
Su principal apoyo, el eje vital de su vida interior y de toda la obra y trabajo apostólico es para Sor Eugenia la Eucaristía, su gran amor, centro de piedad, alimento, consuelo y gozo de sus jornadas densas de oración y de fatiga.
Jesús le infunde su celo por la salvación de las almas, su deseo ferviente de llevar a todos a la Casa del Padre y es en su ardiente amor a Jesús donde se encuentra la explicación de su incesante actividad caritativa.
De salud débil, con un cuerpo consumido por la tuberculosis ósea, tiene que someterse, el año 1919, a la amputación de la extremidad inferior derecha. Sor Eugenia se ofrece con toda disponibilidad a cumplir los planes del Padre sobre ella, pronta a cualquier inmolación, mostrándose siempre la amiga sonriente de Jesús, de los hermanos y del mundo.
Este dinamismo que concentra todos sus deseos y toda su voluntad en Dios, esta decisión resuelta de caminar hacia la perfección, expresada en una vida de mortificación, de pureza, de obediencia, de heroísmo, de obras virtuosas, viviendo lo ordinario y más humilde de la vida de manera extraordinaria, es el clima en el que se desarrolla la existencia de Sor Eugenia Picco.
En la enfermedad y en la muerte cumple su total consagración a Dios. Sor Eugenia muere santamente el 7 de septiembre de 1921.