- Santa DOMITILA, mártir. En Roma. Sobrina del cónsul Flavio Clemente, durante la persecución desencadenada bajo Diocleciano, acusada de haber renegado de los dioses paganos, por su testimonio de fe. Fue deportada, junto con otros cristianos, a la isla de Ponza. (s. III/IV).
- San FLAVIO, y CUATRO COMPAÑEROS, mártires. En Nicomedia. (s. III/IV).
- San CENÉRICO, diácono y monje. En Le Mans. Después de visitar los sepulcros de San Martín de Tours y de San Julián de Le Mans, pasó el resto de su vida en soledad y austeridad. (s. VII).
- San JUAN, obispo. En Berveley, Inglaterra. Obispo primero de Hexham y después de York. Asoció el trabajo pastoral con la oración en soledad, y después de haber renunciado a su cargo, pasó los últimos años de su vida en el cenobio que él mismo había fundado. (721).
- Beata GISELA, monja. En Niedernburg, Baviera. Casada con San Esteban de Hungría. Le ayudó a propagar la fe. A la muerte de su esposo fue privada de sus bienes y de su reino, y se retiró a un monasterio, del cual llegaría a ser abadesa. (1060).
- San ANTONIO, ermitaño. En Kiev. Inició su vida monástica en el monte Athos y después prosiguió en el monasterio de esta ciudad. (1073).
- Beato ALBERTO BÉRGAMO, labrador. Cremona. Después de soportar con paciencia las reprensiones que su mujer le hacía por su gran generosidad hacia los pobres, abandonó sus tierras y vivió como hermano de la Orden de Penitencia de Santo Domingo. (1279).
- Beata ROSA VENERINI, virgen. En Roma. Fundó las Maestras Pías Venerinas, con la que abrió en Italia las primeras escuelas de educación de las niñas. (1728).
- San AGUSTÍN ROSCELLI, presbítero. En Génova. Fundó la Congregación de Hermanas de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, para la formación de niñas. (1902).
Hoy recordamos especialmente a San AGUSTÍN ROSCELLI
Nació en Bargone di Casarza Ligure el 27 de julio de 1818, de familia muy pobre. Lo bautizaron el mismo día porque se temía por su vida.
A pesar de sus escasos recursos pudo estudiar para ser sacerdote y lo enviaron a Génova.
Muchos jóvenes llegaban a la ciudad en busca de suerte, gracias al desarrollo industrial del que gozaba en aquel momento Génova.
Entre ellos había muchas jovencitas que buscando un mejor estilo de vida eran explotadas o seducidas y luego abandonadas con un niño al cual criar completamente solas.
Don Agustín pasaba todas las mañanas en su confesionario, escuchando y consolando, siempre disponible.
Guiado por el Espíritu Santo y su sentido práctico, logró abrir junto a varias catequistas un pequeño taller de corte y costura, para ayudar a estas jóvenes no solo con trabajo, sino también espiritualmente.
La iniciativa fue tan exitosa que pronto encontró varios benefactores.
Las oraciones y meditaciones de Agustín hicieron madurar, en las catequistas, el deseo de consagrarse al Señor y, con el visto bueno del papa Pío IX, el 15 de octubre de 1976 nació el Instituto de las Hermanas de la Inmaculada Concepción en Génova.
Padre Agustín falleció en Génova el 7 de mayo de 1902 como un “pobre cura” como él mismo eligió que le recordaran después de su muerte.
Fue pobre porque fue humilde. Vivió siempre una caridad admirablemente evangélica y generosamente apostólica.