- San PANTENO de ALEJANDRÍA, varón lleno de celo apostólico. Conocedor de la Palabra de Dios y amante de la misma. Predicó en pueblos de lejanas regiones de Oriente; al volver a Alejandría falleció. (s. III).
- San FERMÍN de PAMPLONA, obispo y mártir. Evangelizó las Galias. Regresó a Pamplona, donde estuvo un tiempo. Volvió a Toulouse. Después de haber recorrido con éxito muchas regiones los gobernadores lo hicieron apresar y ejecutar. (s. III).
- Santa EDILBURGA, abadesa. Meaux. Francia. Al frente del monasterio de Faremoutiers. Siendo hija del rey de los anglos orientales, se entregó con fuerte abstinencia y perpetua virginidad. (695).
- San EDDA, obispo. Winchester. Preclara sabiduría. (706).
- San WILLIBALDO, obispo. Franconia. Habiendo profesado como monje, peregrinó a lo largo de lugares santos y muchas regiones para renovar la vida monástica, hasta que San Bonifacio le ordenó obispo de esta ciudad, Eichstätt. Leal colaborador suyo. (787).
- San MÁEL RÚAIN, obispo y abad. Tallaght, Irlanda. Renovó con gran empeño la celebración de la sagrada liturgia, el culto de los santos y la disciplina monástica. (789).
- San ODÓN de URGEL. Obispo. Urgel. Elegido obispo por aclamación popular cuando aún era un seglar, confirmado seguidamente, defendió a los más humildes y fue bondadoso para con todos. (1122).
- Beato BENEDICTO XI, papa. Umbría. Dominico. Benigno y bondadoso. Conciliador y amante de la paz. Promovió durante su breve pontificado la concordia en la Iglesia, la disciplina y la devoción. (1304).
- Beato ODDINO BAROTTI, presbítero. Fossano, Piamonte. Párroco pobre y austero, que consumió su vida entregándose día y noche al cuidado de enfermos y moribundos durante el transcurso de una peste contagiosa. (1400).
- Beatos ROGELIO DICKINSON, presbítero, RAÚL MILNER, labrador y padre de familia, y LORENZO HUMPHREY; mártires. Winchester. El segundo era pobre e iletrado pero firme en la fe. Fueron encarcelados, cruelmente atormentados y, finalmente, fueron al patíbulo. El tercero abrazó la fe durante su juventud. (1591).
- Beato JUAN JOSÉ JUGE de SAINT-MARTIN, presbítero y mártir. Rochefort. Canónigo de Limoges, fue detenido durante la Revolución Francesa por ser sacerdote. Murió consumido por la enfermedad. (1794).
- Beata IFIGENIA de SAN MATEO de GAILLARD de la VALDÈNE, virgen y mártir. Orange, Francia. Benedictina. Muerta durante la Revolución Francesa. (1794).
- San MARCOS JI TIANXIANG, mártir. Hebei. Por no querer tomar opio no le permitieron acudir a la Misa durante treinta años. Por ello quiso una muerte santa y, citado en juicio, confirmó su fe, lo que le valió la muerte. (1900).
- Santa MARÍA GUO LIZHI, mártir. Hebei. Durante la persecución de Yihetuan fortaleció a los siete miembros de la familia que la acompañaban. Pidió ser la última en ser ejecutada, así iba fortaleciendo a todos. (1900).
- Beato PEDRO TO ROT, mártir. Papua-Nueva Guinea, Melanasia. Padre de familia y catequista. Fue arrestado durante la Segunda Guerra Mundial por ser catequista. Le inyectaron veneno letal. (1945).
- Beata MARÍA ROMERO MENESES, virgen. León, Nicaragua. Instituto de Hijas de María Auxiliadora. En Costa Rica se dedicó con bondad y eficacia a la instrucción de las jóvenes, especialmente pobres y marginadas. Difundió la devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen María. (1977).
Hoy recordamos especialmente a los SANTOS ANTONINO FANTOSATI y JOSÉ MARÍA GAMBARO
Antonio Fantosati nació en Santa Maria in Valle en Trevi, provincia de Perusa, el 16 de octubre de 1842. De constitución débil, parecía que sería un gallardo y pacífico campesino, en cambio fue recibido en la Orden de los Hermanos Menores, ordenado sacerdote a los 23 años de edad y partió para la capital del Hupeh en China, sede del Vicariato y residencia principal de la misión, a donde llegó el 15 de diciembre de 1867. De sus 33 años de apostolado en China los primeros siete años fueron los más serenos entre aquellas heroicas cristiandades y pudo dedicarse al estudio de la lengua hasta hablarla expeditamente, como un chino, y ser llamado «el maestro europeo».
Pasó luego a Lao-ho-kow, centro fluvial de primera importancia, donde por 18 años ejerció el ministerio con tacto, prudencia y singular penetración de la mentalidad china. Fue Administrador Apostólico del Alto Hupeh cuando la carestía y la peste desolaron a China. En 1878 fundó un orfanato para los niños abandonados y organizó la distribución de numerosas ayudas provenientes de Europa. Luego fue vicario general del obispo Banci y colaboró en la erección del gran templo de tres naves de estilo románico del Sagrado Corazón. En 1888 fue por breve tiempo a Italia. Al regresar a China, fue nombrado Obispo titular de Adana y Vicario Apostólico del Hunan meridional. Sus últimos años fueron amargados por cruces y persecuciones, pero las adversidades no apagaron su celo. En la feroz persecución de los bóxers perecieron en solo Shansi y en Hunan más de 20.000 cristianos.
Bernardo Gambaro nació en Galliate, provincia de Novara, el 7 de agosto de 1869. A los trece años entró en el colegio seráfico y el 20 de septiembre de 1886 recibió el hábito religioso de los Hermanos Menores con el nombre de José María. Activo y circunspecto, entusiasta y prudente, fue estimado y apreciado por los superiores, que lo escogieron desde clérigo teólogo como asistente de los hermanos jóvenes de Ornavasso. La elección fue sabia, pues su natural perspicacia, unida a una ejemplaridad y afabilidad que conquistaba, produjo frutos copiosos en aquellos jóvenes que se preparaban al sacerdocio y a la vida religiosa franciscana. Apenas ordenado sacerdote (13 de marzo de 1892) José fue nombrado rector del colegio de Ornavasso. Pero un año después, según su deseo, se le permitió ir como misionero: abandonó Italia en 1896 y al llegar a China fue destinado a Hunan meridional.
Esta nueva experiencia se le manifestó de inmediato en su áspera dificultad: los usos y costumbres tan diversas no fueron tan difíciles de asimilar como la lengua. El Vicario apostólico Fantosati, considerando las óptimas cualidades de Gambaro, lo destinó al seminario de Schen-fan-tan; los tres jóvenes seminaristas estaban entusiasmados con él, lo admiraban y lo seguían: por tres años fue rector y profesor. Luego, al faltar el misionero en la importante cristiandad de Yent-chou, José María fue encargado de sustituirlo. Supo hacer frente a la vida misionera activa, y sus inevitables pruebas, con serena fortaleza y con absoluto abandono en las manos del Señor.
Precedidos en el Hunan por el P. Cesidio Giacomantonio, muerto el 4 de julio, san Antonino acudió junto con el P. José María Gambaro al lugar del peligro, San‑mu‑tchao, para reconstruir la capilla destruida por los paganos, a donde llegaron el 7. Reconocidos, fueron asediados por los revoltosos con una granizada de piedras y objetos contundentes, y asesinados bárbaramente. El martirio del obispo se prolongó por más de dos horas entre atroces tormentos, hasta que un pagano, viéndolo todavía vivo, lo atravesó con un largo palo de bambú con una aguda punta de hierro, traspasándolo de un lado a otro. Los dos cadáveres, arrojados primero al río, fueron luego recogidos para ser quemados y sus cenizas dispersadas en el agua o arrojadas al viento a fin de que no se honrara su sepultura. Alguien refirió que el P. José María, ya agonizante, tuvo la fuerza de pronunciar sus últimas palabras sobre la tierra: «Jesús, ten piedad y sálvanos». Algunos testigos vieron en el lugar del suplicio dos ángeles elevarse al cielo mientras numerosos paganos que habían asistido a la escena exclamaban: «Estos misioneros eran en verdad hombres justos».