- San SABINO, obispo y mártir. En Umbría, Italia. (300).
- San ANTENODORO, mártir. En Siria. Fue torturado con fuego y otros suplicios y condenado después a muerte. Al fallar el verdugo nadie se atrevió a degollarlo. Se murió en estado de oración. (304).
- San URBANO, obispo, en la Campania italiana. (s. IV).
- San AMBROSIO, obispo y doctor. Milán. Siendo aún catecúmeno, fue escogido para gobernar la sede de Milán, mientras desempeñaba el oficio de Prefecto de la ciudad. Verdadero pastor y doctor de los fieles, ejerció preferentemente la caridad con todos, defendió valerosamente la libertad de la Iglesia y la recta doctrina de la fe en contra de los arrianos, y catequizó el pueblo con los comentarios y la composición de himnos. (397).
- San JUAN SILENCIOSO, monje. En Palestina. Habiendo renunciado al episcopado, vivió como monje en humilde servicio a los hermanos y en austera soledad y silencio. (558).
- Santa FARA, abadesa. En la Galia. Gobernó durante años el monasterio. (657).
- San CARLOS GARNIER, presbítero y mártir. En Canadá. Jesuita que, mientras bautizaba a catecúmenos, fue gravemente herido por unos indios que lo mataron a golpes de hacha. (1649).
Hoy recordamos especialmente a SANTA MARÍA JOSEFA ROSELLO
Esta joven vino al mundo en el año 1811 y murió en la ciudad en que nació, Savona, en el 1880.
Desde pequeña se distinguió por su piedad y su gran devoción. Muy pronto, iluminada por el Señor, soñaba con entregarse a él en la Tercera Orden Franciscana.
Unos nobles quisieron adoptarla como hija, pero ella lo rechazó sin la menor duda.
Cuando quiso entrar en el instituto religioso, tenía fe en que así sucedería a pesar de que no tenía dote (dinero o bienes que había que aportar al convento).
Cuando el obispo se dio cuenta de que no tenía lo necesario para entrar, le dijo que se ocupara de la juventud pobre. María, siempre dispuesta a hacer la voluntad de Dios, fundó con él las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia.
La sorpresa acudía a su alma cada vez que emprendía nuevas actividades. Sí, porque poco tiempo después, sus hijas religiosas se dedicaron a tratar y educar a los esclavos negros.
Sintiendo en las profundidades de su alma el celo por el amor a Dios y al prójimo, abrió casas para la reeducación de las chicas pobres y un seminario para los jóvenes que querían ser sacerdotes pero no podían entrar en el centro por falta de medios económicos.
Ella, por su parte, vivía centrada en Dios y los asuntos evangélicos. Era muy desprendida.
Solía repetir:» Si no somos generosos con Dios, él no lo será con nosotros. Sólo se responde al amor con el amor».
O esta otra declaración suya que señala su punto de intimidad con Dios:»Haz lo que puedas. Dios hará el resto».