- San TEÓFILO, obispo. En Cesarea de Palestina. Bajo el imperio de Septimio Severo brilló por su sabiduría e integridad de vida. (195).
- San CONÓN, mártir. En Panfilia. Hortelano de profesión, en tiempos de Decio fue obligado a correr ante un carro con los pies atravesados por clavos hasta que le pasaron por encima. (250).
- San LUCIO, papa. En Roma. Sucesor de Cornelio, que sufrió por Cristo el exilio. Defendió la fe, y actuó con moderación y prudencia. (254).
- San FOCA, mártir. En Ponto. Labrador de oficio, que sufrió muchas injurias por Cristo. (s. IV).
- San ADRIANO, mártir. En Cesarea de Palestina. Bajo la persecución de Diocleciano fue arrojado ante un león, y después degollado. (309).
- San GERÁSIMO, anacoreta. En Palestina. En tiempos del emperador Zenón, convertido a la fe por obra de San Eutimio, se entregó a las grandes penitencias, y ofreció a todos los que bajo su dirección se ejercitaban en la vida monástica la norma de una disciplina perfecta, y el modo de sustentarse. (475).
- San KIERANO, obispo y abad. En Hibernia, Irlanda. (530).
- San VIRGILIO, obispo. En Provenza, Francia. Recibió como huéspedes a San Agustín y a sus monjes cuando estos viajaban hacia Inglaterra por encargo del Papa San Gregorio Magno. (618).
- Beato CRISTÓBAL MACASSOLI, presbítero. En Lombardía. Franciscano. Insigne por su predicación y caridad para con los pobres. (1485).
- Beato JEREMÍAS KOSTISTIK de VALACCHIA, religioso. En Nápoles. Franciscano. Con caridad y alegría asistió a los enfermos durante cuarenta años. (1625).
Hoy destacamos a SAN JUAN JOSÉ de la CRUZ
Nació en Ischia, Italia, en 1654. Recibió su primera formación con los Agustinos.
Sintiéndose atraído por la vida religiosa, en 1670 entró en el Convento de Santa Lucía del Monte de la Orden de los Hermanos Menores, seguidores de la reforma de San Pedro de Alcántara.
Profesó en 1671 con el nombre JUAN JOSÉ de la CRUZ. En 1677 fue ordenado sacerdote.
Émulo de San Francisco de Asís y de San Pedro de Alcántara, restableció la disciplina de la regla en muchos conventos de la provincia de Nápoles.
Ejerció como maestro de novicios, guardián, definidor y, finalmente, provincial de los Descalzos de la nueva provincia alcantarina en Italia. Volvió luego a su convento de Nápoles y se dedicó a la dirección espiritual, ministerio para el que el Espíritu Santo lo había capacitado de modo especial y en el que cosechó abundante fruto. Se le atribuyeron en vida numerosos milagros. Murió santamente en 1734.