Hoy, 5 de junio, la Iglesia celebra a:

by AdminObra
  1. Santos MARCIANO, NICANDRO, APOLONIO y COMPAÑEROS, mártires. En Egipto. Por haber confesado la fe, después de tormentos fueron emparedados, y quedaron expuestos al sol ardiente hasta morir extenuados de calor, sed y hambre. (s. III).
  2. San DOROTEO, obispo. En Tiro, Fenicia. Ya como presbítero padeció mucho con Diocleciano, y en tiempo del emperador Juliano, con más de cien años, honró su ancianidad con el martirio que consumó en Tracia. (s. IV).
  3. San ILIDIO, obispo. En Aquitania. Llamado por el emperador a Tréveris para que liberase a su hija de un espíritu inmundo, al regreso del viaje falleció. (384).
  4. San EUTIQUIO, obispo. En Como. Insigne por su vida de oración y su amor a Dios y a la soledad. (539).
  5. Santos EOBAN, obispo, ADELARIO y NUEVE COMPAÑEROS, mártires. En Dokkum, Holanda. Martirizados con San Bonifacio. (754).
  6. San SANCHO, mártir. Córdoba. Nació en la Gali. Fue preso siendo adolescente y educado en el palacio real sarraceno. (851).
  7. San FRANCO, eremita. En los Abruzzos. Se construyó una pequeña celda en una cueva entre abruptas rocas, donde llevó una vida de austeridad y sencillez. (s. XII).
  8. San PEDRO SPANÒ, eremita. En Ciano, Calabria. Insigne por su pobreza y espíritu de compunción. (s. XII).
  9. San LUCAS VU BÁ LOAN, presbítero y mártir. En Hanoi. Decapitado en tiempo del emperador Ming Mang por su fe. (1840).
  10. Santos DOMINGO TOAI y DOMINGO HUYEN, mártires. En Tonkín. Padres de familia y pescadores, bajo el emperador Tu Duc consumaron su martirio al ser quemados vivos tras los tormentos sufridos en la cárcel, donde exhortaban a los compañeros a mantener la fe. (1862).

Hoy recordamos especialmente a SAN BONIFACIO

La obra misionera de San Bonifacio no habría sido posible sin la organización política y social europea de Carlomagno. Bonifacio o Winfrid parece que perteneció a una noble familia inglesa de Crediton del condado de Devonshire, en donde nació en el año 673 (o 680). Fue monje en la abadía de Exeter, y después se dedicó a la evangelización de los pueblos germánicos, más allá del Rin. Quiso ir a Frisia, pero no le fue posible por la hostilidad entre el duque alemán Radbod y Carlos Martelo.
Entonces Winfrid fue a Roma en peregrinación para orar sobre las tumbas de los mártires y recibir la bendición del Papa. San Gregorio. II apoyó el compromiso misionero, y Winfrid regresó a Alemania. Se detuvo en Turingia, luego pasó a Frisia, recientemente sometida por los francos, y allí logró las primeras conversiones.
Durante tres años recorrió gran parte del territorio germánico. Los Sajones correspondieron con entusiasmo a su predicación. El Papa lo llamó a Roma, lo consagró obispo y le dio el nuevo nombre de Bonifacio. Durante el viaje de regreso a Alemania, en un bosque de Hessen, hizo derribar un gigantesco roble al que los pueblos paganos le atribuían poderes mágicos, porque decían que era sede de un dios. Ese gesto fue considerado como un desafío a la divinidad y los paganos corrieron para presenciar la venganza del dios ofendido. Bonifacio aprovechó la ocasión para transmitirles el mensaje evangélico. A los pies del roble derribado hizo construir la primera iglesia, que dedicó a San Pedro.
Antes de organizar la Iglesia a orillas del Rin, pensó en la fundación, entre las regiones de Hessen y Turingia, de una abadía, que fuera el centro propulsor de la espiritualidad y de la cultura religiosa de Alemania. Así nació la célebre abadía de Fulda, comparable con la de los benedictinos de Montecassino por la actividad y el prestigio. Eligió a Maguncia como sede arzobispal, pero expresó el deseo de ser enterrado en Fulda.
Ya anciano, pero todavía infatigable, regresó a Frisia. Lo acompañaban unos cincuenta monjes. El 5 de junio había citado cerca de Dokkum a un grupo de catecúmenos. Era el día de Pentecostés; estaban comenzando la celebración de la Misa cuando un grupo de Frisones armadas con espadas asaltaron a los misioneros. Bonifacio les dijo a los compañeros: “No teman. Todas las armas de este mundo no pueden matar nuestra alma”. Cuando la espada de un infiel cayó sobre su cabeza, él trató de cubrirse con el misal, pero el enemigo derribó el libro y le cortó la cabeza al mártir.