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- Santos MARCIANO, NICANDRO, APOLONIO y COMPAÑEROS, mártires. En Egipto. Por haber confesado la fe, después de tormentos fueron emparedados, y quedaron expuestos al sol ardiente hasta morir extenuados de calor, sed y hambre. (s. III).
- San DOROTEO, obispo. En Tiro, Fenicia. Ya como presbítero padeció mucho con Diocleciano, y en tiempo del emperador Juliano, con más de cien años, honró su ancianidad con el martirio que consumó en Tracia. (s. IV).
- San ILIDIO, obispo. En Aquitania. Llamado por el emperador a Tréveris para que liberase a su hija de un espíritu inmundo, al regreso del viaje falleció. (384).
- San EUTIQUIO, obispo. En Como. Insigne por su vida de oración y su amor a Dios y a la soledad. (539).
- San BONIFACIO, obispo y mártir. En Dokkum, Holanda. Monje en Inglaterra con el nombre de Wifrido por el bautismo. El papa Gregorio II, santo, le ordenó obispo y cambió su nombre por el de Bonifacio. Lo envió a Germania para anunciar la fe, donde logró ganar para la religión a mucha gente. Rigió la sede de Maguncia y, hacia el final de su vida, al visitar a los frisios fue asesinado. (754).
- Santos EOBAN, obispo, ADELARIO y NUEVE COMPAÑEROS, mártires. En Dokkum, Holanda. Martirizados con San Bonifacio. (754).
- San FRANCO, eremita. En los Abruzzos. Se construyó una pequeña celda en una cueva entre abruptas rocas, donde llevó una vida de austeridad y sencillez. (s. XII).
- San PEDRO SPANÒ, eremita. En Ciano, Calabria. Insigne por su pobreza y espíritu de compunción. (s. XII).
- San LUCAS VU BÁ LOAN, presbítero y mártir. En Hanoi. Decapitado en tiempo del emperador Ming Mang por su fe. (1840).
- Santos DOMINGO TOAI y DOMINGO HUYEN, mártires. En Tonkín. Padres de familia y pescadores, bajo el emperador Tu Duc consumaron su martirio al ser quemados vivos tras los tormentos sufridos en la cárcel, donde exhortaban a los compañeros a mantener la fe. (1862).
Hoy destacamos a SAN SANCHO.
Nació en Albi, Galia, y posiblemente militar.
Apresado, lo llevaron cautivo a Córdoba.
Era todavía un muchacho muy joven, y se le dio la libertad, pero debía enrolarse en la guardia del emir, prosiguiendo su educación a expensas del soberano.
Es seguro que ya era cristiano cuando fue apresado, y como tal cristiano fue atendido espiritualmente por san Eulogio de Córdoba, que lo presenta como su discípulo.
Lo probable es que lo quisieran forzar a abrazar el Islam, y que se negara a ello tenazmente el joven, por lo cual fue decapitado en Córdoba.