Hoy, 5 de febrero, la Iglesia celebra a:

by AdminObra
  1. Santa ÁGUEDA, virgen y mártir. En Sicilia. Siendo aún joven, en medio de la persecución mantuvo su cuerpo puro y su fe íntegra en el martirio. (251).
  2. SANTOS MÁRTIRES, en el Ponto, Turquía. Muchos dieron la vida por Cristo durante la persecución de Maximiano. Unos fueron rociados con plomo derretido, otros atormentados con cañas puntiagudas clavadas bajo las uñas, y los restantes vejados con tormentos hasta la muerte. (s. III).
  3. San AVITO, obispo. En Vienne, Francia. Durante el reinado de Gundobaldo, con su fe y su actividad pastoral defendió la fe en la Galia ante los arrianos.
  4. San INGENUINO, obispo. Alto Adigio, Italia. (605).
  5. San LUCAS, abad. En Lucania, Italia. Llevó una vida monástica, primero en Sicilia y después, por culpa de los sarracenos, en otros lugares. Murió en Armento, en el monasterio fundado por él mismo. (995).
  6. San SABAS, el “joven”, monje. en Roma. Junto con su hermano San Macario difundió la vida cenobítica por Calabria y Lucania, durante la presencia musulmana. (995).
  7. San ALBUINO, obispo. En Trento, Austria. (1006).
  8. Santa ADALHEIDE, abadesa. En Colonia. Primera abadesa del monasterio de Vilich, en el que introdujo la Regla de San Benito, y después del monasterio de Santa María de Colonia, donde falleció. (1015).
  9. Beata FRANCISCA MÉZIÈRE, virgen y mártir. En Laval, Francia. Dedicada a educar niños y a curar enfermos, durante la Revolución Francesa fue muerta por odio a la fe. (1794).
  10. San JESÚS MÉNDEZ, presbítero mártir. En México. Martirizado por su fe durante las guerras cristeras. (1928).

Hoy destacamos a BEATA ISABEL CANORI MORA

Nació en Roma en 1774 en una familia cristiana y de buena posición económica, atenta a la educación y formación de sus hijos.

Durante los años 1785 y 1788 estudió con las Hermanas Agustinas de Cascia, distinguiéndose por su inteligencia y piedad.

De nuevo en Roma, se casó en 1796 con Cristóbal Mora, un joven abogado romano, que no le fue fiel.

A la violencia física y psicológica de su marido, Isabel respondió con paciencia y fidelidad.

Trabajó para poderse ganar su sustento diario, se ocupó de la educación de sus hijas Lucina y Marianna, no descuidó las tareas de su hogar y, a pesar del poco tiempo disponible, nunca omitió la oración, el servicio de los más necesitados y la asistencia a los enfermos.

En su casa se repartían bienes materiales y espirituales a todos los que se acercaban. Conoció la orden Seglar Terciaria Trinitaria e ingresó en ella. Se distinguió por su deseo de cumplir la voluntad de Dios, por su humildad, su estilo de vida pobre, y su espíritu generoso al servicio de los más necesitados. Sacrificó su vida por la conversión de su marido, por el Papa, por la Iglesia y por su ciudad Roma, donde murió en el año 1825.

La fama de santidad y de sus experiencias místicas se extendió pronto por Roma y alrededores. Después de muerta tuvo lugar la conversión de su marido, que entró primero en la orden secular de los Padres Trinitarios y después se hizo fraile menor conventual y sacerdote, como lo había predicho su esposa.