- Santa IRENE, virgen y mártir. En Tesalónica. Por haber ocultado los libros sagrados, en contra de la orden del emperador Diocleciano, fue conducida a un lupanar y después quemada. (204).
- Santa FERBUTA, viuda. En Seleucia. Hermana de San Simeón, obispo. Fue martirizada en tiempo del rey Sapor II. (342).
- Santos MÁRTIRES, ciento once varones y nueve mujeres. En Seleucia. Quemados vivos por no renegar de Cristo. (344).
- Santos MÁRTIRES. En Mauritania. Bajo la persecución de Genserico, rey arriano, recibieron la muerte el día de Pascua. El lector que cantaba el “aleluya” en el púlpito murió con una flecha en la garganta. (s. V).
- San GERALDO, abad. En Aquitania. Habiendo ingresado en el monasterio de Corbie, fue elegido después abad de Laon, pero, pasado un tiempo, tras varias peregrinaciones santas, se retiró a la espesura del bosque. (1095).
- San ALBERTO, obispo. En Apulia. Dedicó su vida a la oración continua y a buscar el bien para los pobres. (1127).
- San VICENTE FERRER, presbítero. Bretaña Menor. Dominico. Español de nacimiento. Recorrió incansable los caminos de Occidente en favor de la paz y la unidad de la Iglesia, predicando en innumerables pueblos el Evangelio de la penitencia y la venida del Señor. (1419).
- Santa CATALINA THOMAS, virgen. Mallorca. Habiendo ingresado en la Orden de Canonesas Regulares de San Agustín, destacó por su humildad y la abnegación de la voluntad. (1574).
- Santa MARÍA CRESCENCIA HÖSS, virgen. En Baviera. Ingresó en la Tercera Orden Regular de San Francisco y procuró comunicar a los demás el fervor del Espíritu Santo. (1744).
Recordamos especialmente a SANTA JULIANA de MONTE CORNILLÓN
Juliana nació en el pequeño pueblo de Retine, Lieja, en 1193, en una familia acomodada.
A los cinco años había perdido a sus padres, quedando a cargo de su familia, que la llevó para su educación al pensionando del monasterio de religiosas agustinas de Monte Cornillón, en Lieja.
Tenía Juliana unos quince años cuando decidió abrazar la vida religiosa y pidió a la comunidad donde había sido educado que la aceptara.
Para entonces ya era capaz de leer y traducir libros en latín y en francés.
Procuró desde el principio ser una santa religiosa, dedicada a la oración y entregada también a la mortificación y a la penitencia.
Devota en la Eucaristía y de la Virgen María, el Señor le confió la misión de instituir una fiesta litúrgica en honor de su Cuerpo y Sangre a través de una serie de visiones.
El año 1208 vio repetidas veces la luna llena con una muesca en su borde, sin comprender el significado.
Según le fue revelado después, la luna representada a la Iglesia y la muesca la falta de dicha fiesta litúrgica. Aunque se sentía incapaz de cumplir esta misión, en 1230 decidió Juliana consultar al venerable canónigo Juan de Lausana, que no le dio una respuesta, pero encomendó a un grupo de teólogos que examinaron el asunto.
Entre ellos estaba Santiago Pantaleón de Troyes, entonces arcediano de Lieja, que llegó a ser papa con el nombre de Urbano IV. Todos ellos juzgaron que el establecimiento de la fiesta que quería Juliana era útil para la gloria de Dios y el bien de la Iglesia.
En 1246, el obispo de Lieja, Roberto de Torete, publicó una pastoral en la que instituía la fiesta del Corpus Christi, que fue celebrada en su diócesis hasta que el papa Urbano IV la instituyó para toda la Iglesia por medio de la Bula TRANSITURUS en 1264. Para esta fecha ya había muerto Juliana.
A los 29 años había sido elegida priora de su monasterio, pero al ser destruido en una revuelta el oratorio de su convento, se vio obligada a buscar refugio.
Después de haber contribuido a la institución de una de las solemnidades litúrgicas más importantes de la Iglesia, la del CORPUS, murió Santa Juliana de Cornillón, en 1258, en una celda de reclusa que le había ofrecido un sacerdote cercano a Nemur.