- San MOISÉS, profeta. Murió en el Monte Nebo, Moab.
- San MARCELO, mártir. Châlons-sur-Saone, Galia Lugdunense. (s. III).
- San BONIFACIO I, papa. Roma. Trabajó por solucionar muchas controversias sobre disciplina eclesiástica. (422).
- San CALETRICO, obispo. Chartres. (573).
- Santa IDA, viuda. Heresfeld, Sajonia. Viuda del duque Ecberto, insigne por su asidua oración y caridad para con los pobres. (825).
- Santa IRMGARDA, condesa. Colonia. Usó sus bienes en la construcción de iglesias. (1089).
- Santa ROSALÍA, virgen. Palermo. Practicó la vida solitaria en el monte Pellegrino. (s. XII).
- Beato ESCIPIÓN JERÓNIMO BRIGÉAT de LAMBERT, presbítero y mártir. Rochefort. Siendo canónigo de la diócesis de Avranches, durante la Revolución Francesa, fue encerrado en una nave donde murió de hambre. (1794).
- Beata MARÍA de SANTA CECILIA ROMANA BÉLANGER, virgen. Quebec, Canadá. Congregación de Religiosas de Jesús-María. Entregada y confiada sólo en el Señor, durante no pocos años soportó una grave enfermedad. (1929).
- Beato JOSÉ PASCUAL CARDA SAPORTA, presbítero y mártir. Castellón. Operario Diocesano. Matado por odio a la fe. (1936).
- Beato FRANCISCO SENDRA IVARS, presbítero y mártir. Alicante. Matado por odio a la fe. (1936).
- Beato BERNARDO LEDA GRAU, religioso y mártir. Valencia. Capuchino. Matado por odio a la fe. (1936).
Hoy recordamos especialmente a la Beata CATALINA MATTEI
En 1486, Racconi era una aldehuela del Piamonte donde malvivían unos cuantos cientos de trabajadores. Por aquellas fechas, nació ahí, de la pareja formada por un pobre jornalero y su mujer, una niña a la que se bautizó con el nombre de Catalina. El hecho de que llegara al mundo en una choza miserable, un mero cobertizo abierto a todos los vientos, pareció simbólico, puesto que durante toda su vida, la joven tuvo que luchar contra la indigencia, las enfermedades, el egoísmo y la incomprensión; pero en el orden espiritual, en cambio, se vio enriquecida por algunos de los favores más extraordinarios que Dios haya concedido a los hombres. Se afirma que ya desde la edad de cinco años, Catalina creía sinceramente que se hallaba desposada con el Niño Jesús, por una promesa hecha por la Santísima Virgen, y que el propio Niño le había dado como patrones y protectores especiales a san Jerónimo, santa Catalina de Siena y san Pedro Mártir. Cierto día, a la edad de nueve años, se echó a llorar de pronto sin hallar consuelo, simplemente por el cansancio que le producía el trabajo continuo y el estado deplorable de su hogar; pero entonces fue visitada de nuevo por el Niño Dios, que la dejó consolada y aun feliz con su suerte.
En la fiesta de San Esteban del año 1500, oraba la joven ante la imagen de ese santo y recordaba que, como diácono en los primeros días de la Iglesia, los apóstoles le habían confiado el cuidado de las mujeres cristianas, cuando el propio Esteban se le apareció, le habló con palabras de aliento y le prometió que el Espíritu Santo vendría sobre ella en alguna forma. Entonces pareció que tres rayos de luz penetraban en ella, al tiempo que decía una voz misteriosa: «He venido a tomar mi morada en ti; a limpiar, iluminar, encender y animar tu alma». Luego de que Catalina hizo voto de virginidad, se repitieron los místicos esponsales, sobre el dedo de la muchacha apareció la marca de un anillo y sufrió los dolores físicos de la coronación de espinas y otros estigmas de la Pasión de Nuestro Señor, sin que por ello llegasen a ser visibles.
En estas y otras cosas que se relatan sobre la beata Catalina, hay una marcada semejanza con lo que le sucedía a santa Catalina de Siena y no sólo en los hechos hay parecidos, sino también en las palabras, puesto que muchas de las que la santa escribió en su breviario se hallan reproducidas en el de la beata. Estas similitudes se registran con tanta frecuencia, que muchos de los biógrafos han señalado que «entre Racconi y Siena no hay otra diferencia que la canonización». No debe tomarse esto al pie de la letra, sin embargo, ya que sólo después de haber cumplido los veintiocho años, Catalina comenzó a imitar a su santa patrona, al convertirse, como ella, en terciaria de los frailes predicadores, sin abandonar el mundo ni el rudo trabajo del hogar. También se dice que los ángeles bajaron a ceñirle un cinturón de castidad, como a santo Tomás de Aquino. A menudo, Catalina imploraba a Dios, en sus oraciones, que clausurase definitivamente las puertas del infierno; tras de hacer consultas, supo que eso era indebido y entonces se ofreció como víctima por otros y, por sus penitencias y austeridades, alivió las penas de muchas almas en el purgatorio.
Diversas maravillas se relatan sobre ella, como por ejemplo, que era trasladada de un lugar a otro con increible rapidez para llevar el necesario auxilio espiritual. Catalina quedó profundamente entristecida con las calamidades que cayeron sobre su país como consecuencia de las guerras y también para eso se ofreció al cielo en holocausto. Se tiene entendido que una larga y penosa enfermedad que padeció, fue la señal de que su sacrificio había sido aceptado. La beata murió en Carmagnola a los sesenta y dos años de edad, abandonada por sus amigos y sin un sacerdote que la asistiera.