Hoy, 4 de octubre, la Iglesia celebra a:

by AdminObra
  1. Santos VIDAL y AGRÍCOLA, mártires. Bolonia. El primero de ellos fue antes siervo del segundo, y luego compañero en el martirio. Vidal padeció tantos tormentos que no le quedó parte del cuerpo sin heridas, y Agrícola, a su vez, sin intimidarse ante el suplicio de su antiguo criado, le imitó en el mismo martirio al ser crucificado. (304).
  2. Santos NICANDRO, obispo, y HERMAS, presbítero. Mira. (s. IV).
  3. San PIERIO, presbítero. Roma. Ilustrado en filosofía, por su vida, y por su pobreza. Explicó con profundidad las Sagradas Escrituras. Murió en Roma. (s. IV).
  4. San AMANCIO, obispo. Rodez. Primer obispo de ésta. (s. V).
  5. San PERPETUO, obispo. Brabante. (620).
  6. Santa MODESTA, abadesa. Tréveris. Consagrada a Dios desde la infancia, fue la primera que presidió la comunidad de monjas del cenobio de Öhren, y estuvo unida a Santa Gertrudis de Nivelles. (680).
  7. San ENRIQUE. Panonia. Hijo del rey San Esteba de Hungría. (1031).
  8. Beata ELENA ENSELMINI, virgen. Padua. Clarisa. Sufrió con admirable paciencia multitud de dolores y hasta la pérdida del habla. (1242).
  9. San FÉLIX de VALOIS, ermitaño. Meaux, Francia. Compañero de San Juan de la Mata en la fundación de los trinitarios, para la redención de cautivos. (1212).
  10. Beata FRANCISCA de AMBOISE, monja. Nantes. Siendo duquesa de Bretaña, fundó en Vannes el primer Carmelo femenino francés, donde se retiró como sierva de Cristo al quedar viuda. (1475).

Hoy celebramos especialmente a SAN CARLOS BORROMEO

Había nacido en 1538. Sobrino del Papa Pío IV, fue creado cardenal diácono cuando sólo tenía 21 años. El mismo Papa lo nombró secretario de Estado, siendo el primero que desempeñó este cargo en el sentido moderno. Aun permaneciendo en Roma para dirigir los asuntos, tuvo el privilegio de poder administrar desde lejos la arquidiócesis de Milán.
Cuando murió su hermano mayor, renunció definitivamente al título de conde y a la sucesión, y prefirió ser ordenado sacerdote y obispo a los 24 años de edad. Dos años después, muerto el Papa Pío IV, Carlos Borromeo dejó definitivamente Roma y fue recibido triunfalmente en la sede episcopal de Milán, en donde permaneció hasta la muerte, cuando tenía sólo 46 años.
En una diócesis que reunía a los pueblos de Lombardía, Venecia, Suiza, Piamonte y Liguria, Carlos estaba presente en todas partes. Su escudo llevaba un lema de una sola palabra: “Humilitas”, humildad. No era una simple curiosidad heráldica, sino una elección precisa: él, noble y riquísimo, se privaba de todo y vivía en contacto con el pueblo para escuchar sus necesidades y confidencias. Fue llamado “padre de los pobres”, y lo fue en el pleno sentido de la palabra. Empleó todos sus bienes en la construcción de hospitales, hospicios y casas de formación para el clero.
Se comprometió en llevar adelante las reformas sugeridas por el concilio de Trento, del que fue uno de los principales actores. Animado por un sincero espíritu de reforma, impuso una rígida disciplina al clero y a los religiosos, sin preocuparse por las hostilidades que se iban formando en los que no querían renunciar a ciertos privilegios que brindaba la vida eclesiástica y religiosa. Fue blanco de un atentado mientras rezaba en la capilla, pero salió ileso, perdonando generosamente a su atacante.
Durante la larga y terrible epidemia que estalló en 1576, viajó a todos los rincones de su diócesis. Empleó todas las energías y su caridad no conoció límites. Pero su robusta naturaleza tuvo que ceder ante el peso de tanta fatiga. Murió el 3 de noviembre de 1584.