Hoy, 4 de enero, la Iglesia celebra a:

by AdminObra
  1. Santos HERMES y CAYO, mártires. En las actuales Bulgaria y Rumanía. (s. IV).
  2. San GREGORIO, obispo. En Dijon, Francia. (540).
  3. San FERREOL, obispo. En la Galia Narbonense, Francia. Autor de una regla para monjes, que, enviado al exilio por envidia, al regresar a los tres años, su gente le recibió con gran alegría. (581).
  4. San RIGOMERIO, obispo. En Neustria, Francia. (s. VI).
  5. San RIGOBERTO, obispo. En Neustria, Francia. Expulsado de su sede por Carlo Martel en contra de los dispuesto por los cánones llevó una vida humilde. (743).
  6. Santa FARAILDIS, viuda. En Neustria, Francia. Obligada a casarse con un hombre violento, abrazó hasta la ancianidad una vida de oración y austeridad. (750).
  7. Beata ÁNGELA de FOLIGNO, viuda y religiosa. En Umbría, Italia. Después de la muerte de esposo e hijos se entregó totalmente a Dios siguiendo las huellas de San Francisco, y escribió un libro, en donde cuenta las experiencias de su vida mística. (1309).
  8. Beata CRISTINA MENABUOI, virgen. En la Toscana. Fundó un monasterio bajo la Regla de San Agustín. (1310).
  9. Beato THOMAS PLUMBEE, presbítero y mártir. En Inglaterra. En tiempo de persecución por mor de Isabel I, fue condenado a morir en la horca por fidelidad a la Iglesia Católica. (1570).
  10. Santa ISABEL ANA SETON, viuda y religiosa. En Maryland, Estados Unidos. Al enviudar se convirtió al catolicismo, y trabajó denodadamente para fundar la Congregación de Hermanas de la Caridad de San José, con el fin de educar a las jóvenes y atender a la infancia sin recursos. (1821).

Hoy recordamos especialmente a San MANUEL GONZÁLEZ GARCÍA

Fue el cuarto de cinco hermanos y nació en Sevilla el 25 de febrero de 1877, en el seno de una familia humilde y profundamente religiosa. La vivencia cristiana de sus padres y el buen ejemplo de sacerdotes le llevaron a descubrir su vocación. Tras los años de formación en el seminario de Sevilla, recibió la ordenación sacerdotal el 21 de septiembre de 1901, de manos del beato cardenal Marcelo Spínola.

El 2 de febrero de 1902 llegó a Palomares del Río (Sevilla), donde había sido enviado a predicar una misión. Allí Dios le marcó con la gracia que determinaría su vida sacerdotal. Ante el Sagrario de ese pueblo vivió una experiencia singular, que fue el camino hacia la comprensión de una realidad nueva: el abandono de la Eucaristía y sus consecuencias.

Las primicias pastorales en Sevilla las vivió como capellán del Asilo de las Hermanitas de los Pobres. En 1905 fue nombrado cura ecónomo de la parroquia de San Pedro de Huelva, y a los pocos meses arcipreste de esa ciudad, entonces dependiente de Sevilla. Se encontró con una situación de notable indiferencia religiosa, pero su amor e ingenio abrieron caminos para reavivar pacientemente la vida cristiana, desplegando un múltiple y variado apostolado, especialmente en favor de los más abandonados: niños, obreros, etc.

No obstante, la llama que prendió ante el Sagrario de Palomares del Río sigue viva y el 4 de marzo de 1910, ante un grupo de fieles colaboradoras en su actividad apostólica, derramó el gran anhelo de su corazón.

Así nació la Obra de las Marías de los Sagrarios. Su acogida fue inmediata y se extendió rápidamente.

Don Manuel penetró en el misterio del abandono de la Eucaristía, así como en sus consecuencias, y consagró toda su vida a luchar contra ese mal a través de una acción esencialmente eucarística. No puede guardar para sí aquello que remueve lo más profundo de su ser y supo plasmar su experiencia y la misión que de ella brotaba en un nuevo vocablo: Eucaristizar.

La entrega generosa de Don Manuel fue, sin duda, el motivo de la confianza que el Papa deposita en él, nombrándolo Obispo de Málaga en 1916. Aquí se dedicó de modo especial a la formación de los sacerdotes. Para ellos emprendió la construcción de un nuevo seminario que reuniese las condiciones para una buena formación.

Un seminario en el que la Sagrada Eucaristía fuera: en el orden pedagógico, el más eficaz estímulo. En el científico, el primer Maestro y la primera asignatura. En el disciplinar, el más vigilante inspector. En el ascético, el modelo vivo y el punto de partida y el de llegada y el más corto y seguro camino entre los dos. En el económico, la gran providencia y en el orden arquitectónico, la piedra angular.

En 1931, con la llegada de la República a España, su situación se torna delicada, le incendian el palacio episcopal y se traslada a Gibraltar para no poner en peligro la vida de quienes lo acogen. Desde 1932 rige su diócesis desde Madrid, y en 1935 es nombrado Obispo de Palencia, donde entregó los últimos años de su ministerio episcopal. Su vida fue para los demás generadora de vida; alimentó la fidelidad a su vocación en las fuentes de la Eucaristía y esta fidelidad se expresó en la existencia de cada día.

También hay que destacar, durante todos los años de su actividad pastoral, la profusión de sus escritos. Con estilo ágil, a la vez que profundo y pastoral, transmitió el amor a la Eucaristía, introdujo en la oración, formó catequistas, guio a los sacerdotes. Entre sus libros destacan: El abandono de los Sagrarios Acompañados, Oremos en el Sagrario como se oraba en el Evangelio, Lo que puede un cura hoy, El Rosario sacerdotal, Un sueño pastoral, Así ama Él, Jesús callado, Artes para ser apóstol, La gracia en la educación, Cartilla del catequista cabal, Arte y Liturgia, etc.

Además, fue un gran exponente de la prensa católica de principios del siglo XX con la creación de las revistas El Granito de Arena, para adultos, y RIE, para niños, que se siguen publicando en la actualidad.

Murió el 4 de enero de 1940.