- San CALIMERO, obispo. Milán. (s. II).
- Santos DEMÓCRITO, SEGUNDO y DIONISIO, mártires. Sinnada, Turquía actual. (s. III).
- San FABIO, mártir. Cesarea de Mauritania. Encarcelado por negarse a usar una insignia que contradecía su condición de cristiano. (303).
- San TERTULIANO, mártir. Roma. (s. IV).
- San GERMÁN de AUXERRE, confesor de la fe. Rávena. Defensor de la fe ante los británicos frente a la herejía pelagiana, el cual, habiendo acudido a Rávena para obtener la paz para la región de Armórica, fue recibido por los emperadores Valentiniano y Gala Placidia. (448).
- Santa ELENA, viuda. Skövde, Suecia. Asesinada injustamente. (1160).
- Beato JUAN COLOMBINI, fundador. Toscana. Rico comerciante que lo dejó todo para abrazar la pobreza, y con quienes le siguieron fundaron la Orden de los Jesuatos, a cuyos componentes quiso pobres y desposados con la pobreza. (1307).
- San IGNACIO de LOYOLA, presbítero. Roma. Nació en las Vascongadas. Pasó la primera parte de su vida en la corte como paje hasta que, herido gravemente, se convirtió a Dios. Completó estudios en París y unió a él a sus primeros compañeros, con los que más tarde fundó la Compañía de Jesús. (1556).
- Beato EVERARDO HANSE, presbítero y mártir. Londres. Desde el día que abrazó la fe fue siempre fiel. La propagó. Y en tiempo de Isabel I fue martirizado en Tyburn. (1581).
- Beato JUAN FRANCISCO JARRIGES de la MORELIE du BREUIL, presbítero y mártir. Rochefort. Durante la Revolución Francesa fue encerrado en una vieja nave destinada al transporte de esclavos donde murió de enfermedad. (1794).
- Santos PEDRO DOÀN CON QUY, presbítero, y MANUEL PHUNG; mártires. Cochinchina. Tras pasar siete meses en la cárcel fueron decapitados por ser cristianos. (1859).
- San JUSTINO de IACOBIS, obispo. Etiopía. Congregación de la Misión. Manso y lleno de caridad, se entregó al apostolado y a la formación del clero indígena, y por esto tuvo que sufrir pronto hambre, sed, tribulaciones y cárcel. (1860).
- Beatos DIONISIO VICENTE RAMOS, presbítero, y FRANCISCO REMÓN JÁTIVA, religioso; mártires. Barcelona. Franciscanos. Martirizados durante la persecución religiosa. (1936).
- Beato SANTIAGO BUCH CANALS, religioso. Valencia. Soc. San Francisco de Sales. Martirizado durante la persecución religiosa. (1936).
- Beato MIGUEL OZIEBLOWSKI, presbítero y mártir. Dachau. Ocupada Polonia por los nazis, fue deportado a una cárcel de exterminio donde murió tras crueles torturas. (1942).
- Beato FRANCISCO STRYJAS, mártir. Kalisz, Polonia. Torturado hasta la muerte por los nazis. (1944).
Hoy recordamos especialmente a la Beata SIDONIA SCHELINGOVÁ
Nació el 24 de diciembre de 1916 en Krivá, en Orava, región montañosa al noroeste de Eslovaquia. Era la penúltima de once hijos. Fue bautizada, tres días después, con el nombre de Cecilia. Sus padres, Pavol y Susana, que formaban una familia muy religiosa, impartieron a todos sus hijos una ejemplar educación cristiana, fundada en la oración y en el cumplimiento del deber diario, que para ellos eran los trabajos del campo y los quehaceres de la casa.
Cecilia hizo los estudios de primaria de 1922 a 1930. En la escuela era diligente y obediente, amable y modesta; siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás. Por eso, todos sus compañeros la amaban.
En 1929 empezaron a colaborar en la parroquia las Hermanas de la Caridad de la Santa Cruz. En 1931, Cecilia, atraída por el amor y la entrega de las religiosas, a los quince años, solicitó la admisión en el convento, decidida a consagrar su vida al amor a Dios y al prójimo. Tanto sus padres como sus hermanos se alegraron mucho y se sintieron muy orgullosos de su elección. En Podunajské Biskupice hizo estudios de enfermería durante dos años y luego un curso de especialización en radiología. En 1936 entró en el noviciado y el 30 de enero de 1937 emitió la profesión religiosa, escogiendo como nombre Zdenka (Sidonia).
Destacaba por la intensidad de su oración. Durante su trabajo se mantenía muy unida a Dios. Se sacrificaba por amor a Dios y a los demás: era amable con todos y siempre estaba dispuesta a servir. La amistad espiritual con Jesús marcó su vida religiosa y su trabajo de enfermera.
Inició su trabajo de enfermera en Humenné, ciudad situada en la parte oriental de Eslovaquia, cerca de Ucrania. En 1942, invitada por la dirección del hospital del Estado, fue a trabajar a Bratislava, en la sección de radiología, como ayudante de laboratorio. Se dedicó a los enfermos con ejemplar generosidad, ternura y competencia, siempre con la sonrisa en los labios, cuidando especialmente el orden y la limpieza. Para sus compañeras de trabajo era «modelo de religiosa y de enfermera profesional».
En 1948, el partido comunista tomó el poder e inició la persecución contra la Iglesia católica: los obispos y sacerdotes fueron perseguidos y encarcelados; los laicos sufrieron discriminaciones a causa de su fe; fueron disueltas las comunidades religiosas y sus miembros condenados a trabajos forzados.
En esos tiempos de dificultad, sor Zdenka afrontó el sufrimiento antes que traicionar su conciencia y faltar a la palabra dada a Cristo y a su Iglesia. En febrero de 1952, con gran valentía, ayudó a huir a un sacerdote detenido que se encontraba internado en el hospital del Estado para ser curado de las heridas causadas por las torturas en los interrogatorios. Después de la fuga del sacerdote, sor Zdenka oró así ante la cruz en la capilla del hospital: «Jesús, te ofrezco mi vida por la suya. ¡Sálvalo!».
Fue detenida el 29 de febrero de 1952. Sufrió crueles interrogatorios, con grandes humillaciones y torturas, hasta que, el 17 de junio, acusada de alta traición, uno de los peores crímenes contra el Estado, fue condenada a doce años de cárcel y diez años de pérdida de los derechos civiles.
El 26 de junio de 1952 fue trasladada a la cárcel de Rimavská Sobota y luego, el 16 de abril de 1953, como castigo por no haber colaborado con los guardias, a la cárcel de Pardubice, mucho más dura. Su vía crucis prosiguió por diversas prisiones y hospitales de cárceles, pues a causa de las torturas se le produjo un tumor maligno en el pecho y se agudizó la tuberculosis.
Hasta los últimos momentos de su vida terrena soportó todos los sufrimientos con paciencia heroica, con firme determinación, dispuesta a morir por Dios y por el bien de la Iglesia, y sin ningún rencor con respecto a los que le habían causado esos sufrimientos. Mientras era golpeada casi hasta la muerte, susurró: «El perdón es lo más grande de la vida».
El 7 de abril de 1955, las autoridades políticas, previendo que le quedaba poco tiempo de vida, para que no muriera en la cárcel, le concedieron la amnistía. Quedó en libertad el 16 de abril, pero, poco más de tres meses después, el 31 de julio, moría en Trnava, después de recibir el viático, a la edad de treinta y ocho años.