- San GABINO, mártir. En Cerdeña. (s. IV).
- Santos BASILIO y EMELIA, padres de los santos obispos BASILIO MAGNO, GREGORIO NISENO y PEDRO SEBASTE, y de santa MACRINA, virgen. En Cesarea de Capadocia. Estos santos esposos, desterrados de su ciudad en tiempo del emperador Galerio, habitaron en las soledades del Ponto, y después de la persecución reposaron en paz. (349 y 372).
- San ANASTASIO, obispo. En Pavía. Abandonó el arrianismo y se hizo católico. (680).
- Santa DIMPNA, virgen y mártir. En Gehele, Austrasia. (s. VII/IX).
- San HUBERTO, obispo. En Brabante. Discípulo y sucesor de San Lamberto, que se dedicó a la difusión del Evangelio en la región terminando con las costumbres paganas. (727).
- Santa JUANA de ARCO, virgen. En Rouen. Conocida como la “doncella de Orleáns”. Después de luchar por su patria, al final fue entregada al poder de los enemigos, quienes la condenaron a ser quemada injustamente en la hoguera. (1431).
- San LUCAS KIRBY, presbítero y mártir. En Londres. Fue colgado, en tiempos de Isabel I, en la triple horca de Tyburn, después de muchos tormentos. Con él padecieron el suplicio los Beatos presbíteros y mártires GUILLERMO FILBY y LORENZO JOHNSON, así como TOMÁS COTTAM, jesuita. (1582).
- Beatos GUILLERMO SCOTT y RICARDO NEWPORT, presbíteros y mártires. En Londres. Con Jacobo I. El primero benedictino. Fueron estrangulados, aunque el segundo, como aún respiraba, fue rematado a espada y descuartizado. (1612).
- San MATÍAS KALEMBA, mártir. En Uganda. Tras abandonar el islam, fue bautizado. Renunció al cargo de juez, se dedicó con tesón a propagar la fe, por lo que fue sometido a torturas hasta que murió en tiempos de Mwanga. (1886).
- San JOSÉ MARELLO, obispo. En Savona. Fundó la Congregación de Oblatos de San José, dedicada a la formación moral de la juventud. (1895).
- Beato OTÓN NEURURER, presbítero y mártir. En Campo de exterminio de Buchenwald. Por haber convencido a una joven católica para que no simulase la celebración del matrimonio con un partidario, ya casado, del nazismo, fue encerrado en la cárcel, donde continuó clandestinamente su ministerio entre todo tipo de tribulaciones, hasta que consumó el martirio al ser colgado por los pies. (1940).
Hoy recordamos especialmente a SAN FERNANDO, rey.
Nació en Valparaíso, Zamora, en 1198, hijo del rey Alfonso IX de León y de su segunda esposa la infanta Berenguela, hija mayor del rey Alfonso VIII de Castilla.
Educado exquisitamente por su madre, al morir en 1217 inesperadamente su joven tío el rey Enrique I de Castilla, estaba preparado para ocupar el trono. Así lo comprendió su madre, que fue declarada por las Cortes reina de Castilla, y renunció a favor de su hijo Fernando, que subió el trono como Fernando III.
En 1230 murió su padre, y le correspondía a él la corona leonesa. Pero molesto de que su esposa Berenguela hubiera abdicado la corona de Castilla en su hijo, pues estimaba que esta corona le hubiera correspondido a él, en su testamento dejó la corona de León a sus hijas Sancha y Dulce, hijas de Teresa de Portugal, con la que había estado casado antes.
Fernando se negó a dirimir el asunto por las armas y pidió a su madre que solucionara el asunto. Finalmente, se acordó que la corona fuera para Fernando pero que éste tenía que dar una compensación económica. Se produjo la unión de los reinos que en adelante ya no separarían jamás.
Fernando era hombre sumamente religioso. Asiduo a Misa y a los santos oficios. Devotísimo de la Virgen María, y sobresaliente en todas las virtudes. La santidad le acompañó toda la vida. La fama la tenía entre los cristianos y entre los moros.
Fue un decidido protector de la Iglesia, que encontró prácticamente extinguida en los territorios por él conquistados. Restauraría las diócesis de Jaén, Córdoba y Sevilla.
En Sevilla entronizó la imagen de la Virgen de los Reyes.
Después de una vida santa, tuvo una muerte edificante. Presintiendo el final de su vida, pidió el viático, y cuando entró el arzobispo con el Santísimo, abandonó el lecho para arrodillarse en el suelo con toda humildad. Expiró santamente en 1252.