- San DIONISIO AREOPAGITA, obispo y mártir. Atenas. Primer obispo de Atenas. (s. I).
- Santa CÁNDIDA, mártir. Roma.
- Santos FAUSTO, CAYO, PEDRO, PABLO, EUSEBIO, QURIMÓN, LUCIO y otros dos, mártires. Alejandría de Egipto. Todos los cuales, primero en tiempos de Decio y después con Valeriano, sufrieron de muchas maneras, junto con el obispo Dionisio. Fausto fue martirizado con Diocleciano. (s. III/IV).
- San HESIQUIO, monje. Mayuma, Palestina. Discípulo de San Hilarión y compañero suyo de peregrinación. (s. IV).
- San MAXIMIANO, obispo. Numidia. Apaleado varias veces por los herejes, fue precipitado desde lo alto de una torre y lo dejaron por muerto, pero recogido por unos transeúntes, se recuperó y no dejó de luchar por la fe católica. (410).
- San CIPRIANO, obispo. Toulon, Provenza. Discípulo de San Cesáreo de Arlés, que defendió en varios sínodos la fe ortodoxa sobre la Gracia, enseñando que nadie puede llegar a lo divino sin antes haber sido llamado por la Gracia de Dios. (543).
- San EWALDO, el “negro”, y San EWALDO, el “blanco”, presbíteros y mártires. Sajonia. Oriundos de Inglaterra. Que siguiendo el ejemplo de San Willibrordo y sus compañeros, pasaron a evangelizar Sajonia, donde, tras comenzar a predicar a Cristo, fueron apresados por los paganos y fueron martirizados. (695).
- Beato OTÓN, fundador y abad. Metten, Baviera. (802).
- San GERARDO, abad. Namur, Lotaringia. Primer abad de Brogne, que él mismo había fundado. Trabajó para instaurar la disciplina monástica en Flandes y Lotaringia, y ayudó a muchos monasterios a recuperar la observancia primitiva. (959).
- Beato ADELGOTO, obispo. Chur. Discípulo de San Bernardo, que fue un buen ejemplo de disciplina monástica. (1160).
- Beatos AMBROSIO FRANCISCO FERRO, presbítero, y COMPAÑEROS; mártires. Natal, Brasil. Dieron sus vidas como víctimas de la opresión que se desencadenó contra la fe. (1645).
- Beato CRESCENCIO GARCÍA POBO, presbítero y mártir. Madrid. Terciario Capuchino. Muerto por su condición de sacerdote. (1936).
Hoy recordamos especialmente a SAN FRANCISCO de BORJA
Hijo de los duques de Gandía, nació en Gandía en 1510, en una familia noble emparentada con el papa Alejandro VI y el rey Fernando el Católico, en cuyo ambiente se educó.
En 1528, en Valladolid, entró al servicio del emperador Carlos V y de la emperatriz Isabel.
Contrajo matrimonio en 1529 con doña Leonor de Castro, dama de la reina. Era portuguesa.
Con una vida ejemplar, fueron padres de ocho hijos y contaron con la estima del emperador.
En 1539 moría en Toledo la bellísima emperatriz Isabel, causándole fuerte impresión. Fue comisionado para acompañar el cadáver en su traslado hasta Granada, donde recibiría sepultura junto a los Reyes Católicos.
Es muy conocido el impacto que causó a Francisco la apertura del féretro, 18 días después, al sepultar a la emperatriz: “Nunca más serviré a señor que se me pueda morir”.
Entró en un proceso de conversión que se aceleró al oír predicar a San Juan de Ávila en la misa de exequias, entablándose una profunda relación espiritual y de amistad.
Continuó al servicio del emperador, que le hizo virrey de Cataluña, Rosellón y Cerdeña.
Al morir su padre heredaría el ducado de Gandía.
Desempeñó estos cargos con gran rectitud.
Favoreció a sus súbditos, protegió a la Iglesia, fundó colegios y ayudó a los pobres.
Quedó viudo en 1546.
Se avivaron los deseos de entrega a Dios.
Entró en contacto con la Compañía de Jesús y de su fundador, San Ignacio de Loyola.
El día de la Asunción de ese año hizo voto de consagrarse a Dios haciéndose jesuita, una vez quedara libre de sus responsabilidades familiares y sociales.
Se ocupó de resolver el porvenir de sus ocho hijos y comenzó los estudios para el sacerdocio.
Con su apoyo, se fundó en Gandía un colegio de la Compañía. Llegaría a ser universidad.
En 1548 hizo la profesión solemne en la Compañía. En 1550 renunció a todos sus títulos y marchó a Roma. Allí se unió a San Ignacio y vio al Papa.
Colaboró en la fundación del Colegio Romano, que pasaría a ser la Universidad Gregoriana.
Regresó a España. En 1551 fue ordenado presbítero, celebrando su primera misa en la casa de Loyola. Recorrió después la península predicando y orientando ejercicios espirituales.
A su pasó por Ávila se entrevistó con Santa Teresa de Jesús. Fue el comisario de San Ignacio para España, Portugal e Indias.
En 1556 murió San Ignacio, y fue elegido General de la Compañía el padre Diego Laínez.
Francisco de Borja acudió a Tordesillas para acompañar en sus últimos momentos a Juana, la Loca, y visitó al emperador Carlos V, ya retirado en el Yuste.
Colaboró en la fundación de varios colegios.
En 1565 murió el padre Laínez. Francisco de Borja viajó a Roma y allí fue elegido su sucesor, tercer general de la Compañía. La gobernaría con santidad y sabiduría.
Fue una labor fecunda. Fundó colegios, impulsó la actividad misionera en América y Oriente, y aceptó a los nativos como miembros de la Orden.
Murió en Roma en 1572.