- Santos SIMEÓN, anciano y piadoso, y ANA, viuda y profetisa, en Jerusalén. Merecieron saludar al Niño como Mesías Salvador en el Templo.
- San CELERINO, lector y mártir, en Cartago. Confesó a Cristo en la cárcel, entre azotes, cadenas y otros suplicios siguiendo los pasos de su abuela Celerina, y mártir, y de sus tíos paterno y maternos, Lorenzo e Ignacio, militares, y también mártires de Cristo. (s. III).
- San BLAS, obispo y mártir, en Sebaste, Armenia. En tiempo del Imperio de Licinio padeció martirio. (320).
- San LEONIO, presbítero. En Aquitania. Discípulo de San Hilario. (s. IV).
- San LUPICINO, obispo, en Lyon. Vivió las persecuciones de los Vándalos. (s. V).
- San ADELINO, presbítero y abad. En Bélgica. (696).
- Santa WEREBURGA, abadesa, en Chester, Inglaterra. Fundadora de varios monasterios. (700).
- Santa BERLINDA, virgen. En Brabante, Bélgica. Se distinguió por su vida de pobreza y caridad. (s. IX).
- Beato HELINANDO, monje, en Francia. Después de ser un trovador itinerante, abrazó la vida escondida en el claustro. (1230).
- Beato JUAN NELSON, presbítero y mártir, en Londres. Jesuita. Por negarse a aceptar a la reina Isabel I como cabeza espiritual de la Iglesia fue ahorcado. (1578).
- Santa MARÍA de SAN IGNACIO THÉVENET, virgen, en Lyon. Movida por la caridad, con ánimo esforzado fundó la Congregación de Hermanas de Jesús y María, para la formación espiritual de las jóvenes de condición humilde. (1837).
- Beata MARÍA ANA RIVIER, virgen, en Viviers, Francia. En tiempo de la Revolución Francesa, cuando se suprimieron las órdenes y congregaciones instituyó la Congregación de Hermanas de la Presentación de María, para educar en la fe al pueblo cristiano. (1838).
- Beata MARÍA ELENA STOLLENWEK, virgen, en Steyl, Holanda. Colaboró con el Beato Arnoldo Janssen en la fundación de la Congregación de Misioneras Siervas del Espíritu Santo. Tras cesar como superiora se entregó a la adoración perpetua. (1900).
Hoy recordamos especialmente a SAN ÓSCAR
En 826 Oscar partió para Dinamarca con el nuevo Rey Harald que acaba de bautizar, pero después de sólo un año el soberano se vio obligado a dejar el trono. Oscar siguió entonces al monje Vittmaro en su misión a Suecia, donde el rey local era tolerante con la predicación de la fe en Cristo; creencia nueva considerada como la religión de los forasteros y de los prisioneros de guerra. Los resultados fueron tan buenos que el nuevo emperador Luis «el Piadoso» alentó el nacimiento de una nueva estructura eclesiástica en estas tierras, que tuvo como sede Hamburgo, de este lado del mar. De ese modo Oscar se convirtió en obispo.
Cuando Lodovico murió, el imperio comenzó a desmoronarse también por las incursiones de pueblos invasores como los Normandos que devastaron los territorios del norte de Europa en esos años. La destructiva ola vikinga llegó también a Hamburgo, tanto que Oscar se vio obligado a refugiarse en Bremen donde, como obispo, pasó los últimos años de su vida trabajando, según algunas fuentes, en la edición de una Biblia para los pobres. En la catedral de la ciudad se conservan algunos fragmentos de esa antigua Biblia. Murió en el año 865, sin haber visto realizado el sueño de una profunda evangelización del Norte de Europa, pero con la alegría de haber sembrado en esas tierras la primera pequeña semilla del anuncio de la fe en Cristo.