- San SOFONÍAS, profeta. En los días de Josías, rey de Judá, anunció la ruina de los impíos en el día de la ira del Señor.
- San CASIANO, mártir. En Tánger. (300).
- San BIRINO. Enviado por el papa Honorio a Gran Bretaña difundió con empeño el Evangelio entre los sajones occidentales. (650).
- San LUCIO, eremita. En Chur, Suiza. (s. IV).
- San FRANCISCO JAVIER, presbítero. San Xon, China. Jesuita. Evangelizador de la India. Nació en Navarra. Fue uno de los primeros compañeros de San Ignacio. Con ardor misionero, anunció a Cristo a innumerables pueblos en la India, las Molucas, islas variadas, y Japón. Convirtió a muchos a la fe. (1552).
- Beato EDUARDO COLEMAN, mártir. En Londres. Abrazada la fe católica, fue acusado falsamente de conspirar contra Carlos II y ahorcado, y aún respirando, descuartizado. (1678).
Hoy recordamos especialmente a BEATO JUAN NOPOMUCENO.
Hijo de Joseph Joachim y Caterina de Giovanelli. nació el 15 de Abril de 1777 en Bolzano, Diócesis de Trento, Italia
Realizó sus estudios de enseñanza secundaria en un colegio franciscanos.
En 1792 su familia se mudó a Innsbruck, Austria, donde estudió filosofía y teología en la universidad. Fue ordenado sacerdote el 27 de julio de 1800.
Aunque no era un benedictino, Juan en un ejemplo viviente del lema de aquellos «oración y trabajo.»
Fue párroco de varias parroquias de las montañas tirolesas. fue profesor en el seminario teológico de Trento, y decano de las escuelas en Sarentino y Merano.
Retornó a Trento en 1827 como miembro de la Catedral de San Virgilio, Fue Pro Vicario General de la diócesis. Obispo Auxiliar de Bressanone de Vorarlberg en 1832. Obispo en Innsbruck el 20 de mayo de 1832. Obispo de Innsbruck, el 3 de mayo de 1835.
Juan nunca dejó que sus tareas administrativas eclipsaran sus labores pastorales, y pasó gran parte de su tiempo en la predicación, la escritura, como catequista, la reactivación de las misiones, ayudando a los pobres y enfermos, la celebración de la Santa Misa, escuchando confesiones, y administrando los sacramentos de la Confirmación y de la Ordenación Sacerdotal, incluyendo a veces a candidatos de otras diócesis cuyos obispos no estaban disponibles.
Supervisó la construcción y restauración de más de 60 iglesias, mantuvo buenas relaciones con los sacerdotes, preocupándose por su formación permanente. Promueve la educación cristiana de los niños y niñas para la vida religiosa, con el apoyo seminaristas, asegurándose que las enseñanzas en el seminario fueran estrictamente apegadas a la doctrina. Ayudó en la fundación de un instituto de audición y lenguaje, y motivaba a todos a rezar el Rosario cada día.
Trabajó y proporcionó fondos para la atención de las víctimas de las epidemias de cólera de 1836 y 1855, y en la guerra de 1859. Trabajó para superar aquellos obstáculos entre la Iglesia y el Estado que fueron creadas por la legislación de aquella época.
A finales de la vida tenía previsto una peregrinación a Roma para asistir a la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, pero la enfermedad se lo impidió.
El 31 de diciembre de 1854, ordenó como sacerdote a San Daniel Comboni.
Murió el 3 de diciembre de 1860 en Trento.