- Santos ALFEO, ALEJANDRO y ZÓSIMO, mártires. Pisidia. Todos hermanos. (s. IV).
- San CARITÓN, abad. Belén. Perseverante en la oración y en los ayunos, y fundador de muchas lauras en el desierto de Judea. (350).
- San ZAMA, obispo. Emilia-Romaña. Primer obispo de Bolonia. (s. IV).
- San EXUPERIO, obispo. Toulouse. Dedicó una basílica en honor a San Saturnino; defendió fuerte su ciudad ante la invasión bárbara, y fue tan parco consigo mismo como dadivoso con los demás. (411).
- Santa EUSTOQUIO, virgen. Belén. Con su madre Santa Paula, pasó de Roma a Belén para no privarse del consejo del maestro San Jerónimo, y allí, llena de preclaros méritos, voló al Cielo. (419).
- San SALONIO, obispo. Ginebra. Antes fue monje en Lérins; durante su obispado afirmó la doctrina de San León Magno y explicó en sentido místico las Sagradas Escrituras. (450).
- San FAUSTO, obispo. Riez, Provenza. Antes abad de Lérins. Contra los arrianos escribió sobre el Verbo Encarnado y el Espíritu Santo consubstancial al Padre y al Hijo y coeterno con ellos, y fue exiliado por el rey Eurico. (485).
- San ANEMUDO, obispo y mártir. Lyon. (658).
- Santos CUNIALDO y GISILARIO, presbíteros. Salzburgo. Colaboradores del obispo San Ruperto. (s. VIII).
- Santa LEOBA, virgen. Maguncia. Pariente de San Bonifacio. Fue llamada por éste desde Inglaterra a Germania y presidió el monasterio situado a orillas del Tauber, donde con la palabra y el testimonio condujo a las siervas de Dios por el camino de la perfección. (782).
- Beato BERNARDINO de FELTRE TOMITANO, presbítero. Pavía. Franciscano. Obtuvo buenos frutos en su función de predicador, fundó contra la usura y para el ahorro el llamado “Monte de Piedad” y, como hombre de paz, fue delegado del papa Sixto IV para conciliar discordias civiles. (1494).
- San SIMÓN de ROJAS, presbítero. Madrid. Trinitario. Acompañando al séquito de la reina de España, nunca viajó en carroza ni percibió sueldo, sino, más bien, entre regios fastos siempre se mostró humilde y pobre, así como misericordioso hacia los necesitados y fervorosamente devoto para con Dios. (1624).
- Beatos JUAN SHOZABURO, catequista, MANCIO ICHIZAYEMON, MIGUEL TAIEMON KINOSHI, LORENZO HACHIZO, PEDRO TERAI KUHIOYE y TOMÁS TERAI KAHIOYE, mártires. Nagasaki. Decapitados. (1630).
- Santos LORENZO de MANILA RUIZ y QUINCE COMPAÑEROS, mártires. Nagasaki. Presbíteros, religiosos, seglares, sembradores de la fe en Filipinas, Formosa y otras islas japonesas, a causa de lo cual, por orden del supremo gobernador de Japón, en distintos días consumaron su martirio en Nagasaki. (1633).
- Beato FRANCISCO JAVIER PONSA CASALLARCH, religioso y mártir. Sant Feliu de Codine. Hospitalario. Martirizado por odio a Cristo. (1936).
- Beata AMALIA ABAD CASASEMPERE, mártir. Alicante. Madre de familia. Martirizada por ser católica. (1936).
- Beato JOSÉ TARRATS COMAPOSADA, religioso y mártir. Valencia. Jesuita. Martirizado por odio a Cristo. (1936).
- Beato NICETAS BUDKA, obispo. Karaganda, Kazajistán. Primer obispo en Canadá al frente de fieles católicos de rito bizantino que fue deportado por los comunistas a un campo de concentración, donde, por amor a Cristo, perseveró en la fe frente a todas las adversidades. (1949).
Hoy recordamos especialmente a SAN WENCESLAO
Hijo del rey de Bohemia, Ratislav, el joven príncipe nació en el 907 cerca de Praga. Su abuela, Santa Ludimila, se encargó de la educación de su nieto, inculcándole siempre el amor y servicio al Padre Celestial. Cuando era todavía muy joven, el santo perdió a su padre en una de las batallas contra los magiares; su madre asumió el poder e instauró -bajo la influencia de la nobleza pagana- una política anticristiana y secularista, que convirtió al pueblo en un caos total. Ante esta terrible situación, su abuela trató de persuadir al príncipe para que asumiese el trono para salvarguardia del cristianismo, lo que provocó que los nobles la asesinaran al considerarla una latente amenaza para sus intereses.
Sin embargo, por desconocidas circunstancias, la reina fue expulsada del trono, y Wenceslao fue proclamado rey por la voluntad del pueblo, y como primera medida, anunció que apoyaría decididamente a la Ley de la Iglesia de Dios. Instauró el orden social al imponer severos castigos a los culpables de asesinato o de ejercer esclavitud y además gobernó siempre con justicia y misericordia.
Por oscuros intereses políticos, Boleslao -que ambicionaba el trono de su hermano-, invitó a Wenceslao a su reino para que participara de los festejos del santo patrono y al terminar las festividades, Boleslao asesinó de una puñalada al santo rey. El pueblo lo proclamó como mártir de la fe, y pronto la Iglesia de San Vito -donde se encuentran sus restos- se convirtió en centro de peregrinaciones. Ha sido proclamado como patrón del pueblo de Bohemia y hoy su devoción es tan grande que se le profesa también como Patrono de Checoslovaquia.
El joven príncipe, que nació en Bohemia hacia el año 907, personifica el ideaI del héroe nacional, valientemente comprometido en la promoción cultural y religiosa del pueblo eslavo.
Cuando se derrumbó el reino moravio, en el 895 los príncipes bohemios, entrando en el juego diplomático de las potencies de ese entonces, se aliaron con el fuerte reino franco, y adoptando los principios de las antiguas civilizaciones comenzaron el proceso de europeización de los Estados de Europa central.
Líder de esta política de visión hacia el futuro fue el joven duque de Bohemia, Wenceslao. El había sido educado cristianamente por la abuela Ludmila, venerada como santa. Tan pronto tuvo la edad requerida, sucedió al padre después de la breve regencia de la madre Draomira. Mujer intrigante, Draomira prefería al segundo hijo, Boleslao, y fomentó con todos los medios a su alcance la rivalidad entre los dos, hasta el punto de llevar al segundo a mancharse con el grave delito del fratricidio.
En la mañana del 28 de septiembre del 935, mientras Wenceslao salía de case para ir a Misa, Boleslao, que lo esperaba en un lugar solitario con un grupo de cómplices, le saltó encima para herirlo por la espalda. El joven rey, que todavía no tenía treinta años, detuvo el golpe y echó mano a su espada, pero cuando se dio cuenta que el asesino era su hermano bajó el arma, murmurando: “Podría matarte, pero la mano de un siervo de Dios no debe mancharse con el fratricidio”. Fue asesinado por los sicarios de Boleslao.