- San CÁSTOR, mártir. En Tarso. (s. inc.).
- Santos PRISCO, MALCO y ALEJANDRO, mártires. Los cuales, bajo la persecución del emperador Valeriano, vivían en una granja cercana a Cesarea de Palestina. Sabiendo que en esta ciudad se estaba persiguiendo a los cristianos se presentaron ante el juez y le reprocharon que se ensañase con los cristianos. Inmediatamente fueron arrojados a las fieras. (260).
- San CIRILO, diácono y mártir. En Fenicia. Bajo el imperio de Juliano, el Apóstata, fue martirizado cruelmente. (362).
- San PROTERIO, obispo y mártir. En Alejandría de Egipto. El Jueves Santo, tras un tumulto popular, fue cruelmente asesinado por los monofisitas. (593).
- San HILARIÓN, abad. En Bitinia. Luchó por defender el culto de las imágenes. (s. VIII).
- San CONÓN, monje. en Mesina. Al regresar de Tierra Santa encontró a sus padres fallecidos, entonces distribuyó su hacienda familiar entre los pobres y abrazó la vida eremítica, según la disciplina de los monjes orientales. (1236).
- Beato ANTONIO PATRIZI, presbítero. En Toscana. Ermitaño de San Agustín. Se distinguió por su eximio amor a los hermanos y al prójimo. (1311).
- Beata JUANA MARÍA de MAILLÉ, viuda. En Tours. Al morir su esposo en la guerra, y expulsada de su casa por sus familiares, vivió abandonada de todos y recluida en una pequeña celda cerca del convento de los Hermanos Menores, mendigando el pan, y llena de confianza en Dios. (1414).
- Beato CRISTÓBAL WHARTON, presbítero y mártir. En York. Ajusticiado por ser sacerdote. (1600).
- Beata RENATA MARÍA FEILLATREAU, mártir. En Angers. Estando casada, durante la Revolución Francesa, murió guillotinada por fidelidad a la Iglesia. (1794).
- San JOSÉ SEBASTIÁN PELCZAR, obispo. En Przemysl, Polonia. Fundó la Congregación de Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, y fue maestro eximio de la vida espiritual. (1924).
Hoy destacamos a SAN ESTEBAN HARDING
De origen inglés. Se educó en la abadía de Sherborne. Se desplazó luego a Escocia y a París, y, con un amigo, viajó a Roma.
A la vuelta, al pasar por un bosque de Borgoña, llegaron a Molesmes, donde vivían unos monjes en gran pobreza, dedicados a la oración y al trabajo manual.
Roberto era el abad. Y Alberico, el prior. Entusiasmaron a Esteban, que se despidió de su amigo y se quedó a vivir con ellos.
Sin embargo, decayó el espíritu, y en 1098, el abad Roberto, acompañado de Alberico, Esteban y otros monjes, se dirigieron al arzobispo Hugo de Lyon, que era delegado pontificio en Francia, y le pidieron autorización para abandonar Molesmes.
Roberto y veinte monjes llegaron a Citeaux, donde Odón, duque de Borgoña, a quien el arzobipos Hugo había avisado, les envió albañiles para construir el monasterio. El 21 de marzo de 1098 se inauguró Citeaux como abadía.
Roberto era el abad, Alberico el prior y Esteban el subprior. Pero, al año siguiente, los monjes de Molesmes solicitaron al papa que regresase Roberto como, en efecto, hizo. Albertico fue nombrado abad. Y Esteban prior.
En 1109 murió San Alberico y Estaban le sucedió como abad. Sus disposiciones acentuaron notablemente la pobreza del monasterio y disminuyó el número de monjes. Además, una epidemia empezó a afectar a los que quedaban. Pero Esteban, seguro de estar cumpliendo la voluntad de Dios, no retrocedió.
Poco después acogería al futuro San Bernardo, que llegó acompañado de una treintena de jóvenes, los cuales se convertirían en la columna vertebral de la comunidad.
El elevado número de novicios obligó a los monjes a fundar una abadía en Pontigny, a la que seguirían las de Morimond y Claraval. Esteban nombró abad a Bernardo en Claraval, a pesar de su juventud.
Con el objeto de mantener los lazos entre Citeaux y sus filiales, Esteban dispuso que todos los abades se reuniesen cada año en capítulo general.
En 1119, había ya nueve abadías dependientes de Citeaux y Claraval. Esteban redactó los estatutos conocidos como “Carta de Caridad”, que organizaban la orden cisterciense y determinaban su modo de vida. Quedó así centralizada la centralidad de gobierno de la Orden e instituido el capítulo general.
El Papa Calixto II aprobaría las Constituciones cistercienses en 1119. En 1125 comenzó la rama femenina de la Orden.
En 1133, anciano y enfermo, dimitió como abad y murió santamente en 1134.