- San IRINEO, obispo. como dice San Jerónimo, de niño fue discípulo de San Policarpo de Esmirna y custodió la memoria de los tiempos apostólicos. Ordenado sacerdote en Lyon, fue el sucesor de San Potino, obispo, y murió coronado por el martirio. Debatió en muchas ocasiones acerca del respeto a la Tradición Apostólica y, en defensa de la fe, publicó un célebre tratado contra la herejía. (200).
- Santos PLUTARCO, SERENO, HERÁCLIDES, catecúmeno, HERÓN, neófito, SERENO, HERAIDIS, catecúmena, POTAMIENA y MARCELA, su madre; mártires. Alejandría de Egipto. Todos discípulos de Orígenes. En tiempos de Septimio Severo, unos fueron degollados, otros quemados. Potamiena, por defender su virginidad fue atormentada hasta el límite. Al final, fue quemada viva con su madre. (202).
- San PABLO I, papa. Roma. Visitaba en silencio las viviendas de los enfermos pobres y les prestaba ayuda. Defensor de la fe ortodoxa, escribió a los emperadores Constantino y León para que restituyeran el culto a las sagradas imágenes. Muy devoto de los santos, trasladó entre himnos y cánticos los cuerpos de los mártires desde los cementerios en ruinas a los diversos títulos y monasterios del interior de la ciudad, y promovió el culto. (767).
- San ARGIMIRO, mártir y monje. Córdoba. El juez musulmán le invitó a negar a Cristo y, por perseverar, fue atormentado en el potro y traspasado a espada. (856).
- San HEIMERADO, presbítero y eremita. En Hesse, Alemania. Expulsado del claustro y expuesto al escarnio y desprecio de muchos, por amor a Cristo peregrinó incesantemente. (1019).
- San JUAN SOUTHWORTH, presbítero y mártir. Londres. Por ejercer su sacerdocio tuvo que soportar cárceles y destierros, y bajo Cronwell fue condenado a muerte. (1654).
- Santas LUCÍA WANG CHENG, MARÍA FAN KUN, MARÍA QI YU y MARÍA ZHENG XU, mártires. Heberi, China. Fueron educadas en un orfanato cristiano, durante la persecución de la secta Yihetuan. Cogidas de la mano, y alegres como si fueran a una boda, fueron decapitadas. (1900).
- Santa MARÍA DU ZHAOZHI, mártir. Hebei, China. Madre de un sacerdote. Desistió de la fuga por no querer traicionar su fe y fue decapitada. (1900).
- Beatos SEVERIANO BARANYK y JOAQUÍN SENSKIVSKYJ, presbíteros y mártires. Ucrania. De la Orden de San Josafat. (1941).
Hoy recordamos especialmente a SANTA VICENTA GEROSA
Caterina Gerosa (el nombre de Vicenta lo adoptó al tomar el hábito de monja) había nacido en 1784 y, durante cuarenta años, llevó una vida muy virtuosa, casi exclusivamente dedicada a obras de caridad y al trabajo doméstico, que debió de desempeñar desde muy temprana edad, cuando perdió a sus padres. Fue entre los años 1823 y 1824 cuando entró en estrechas relaciones con Bartolomea Capitanio, al sentirse las dos íntimamente conmovidas por un llamamiento hecho por Mons. Nava, obispo de Brescia, quien pedía voluntarios para un trabajo de rescate de almas, particularmente por medio de la educación de los jóvenes, terriblemente descuidada en toda la parte de Italia que, por entonces, se hallaba bajo la dominación de Austria. A pesar de que Caterina Gerosa se inclinaba más a cuidar a los enfermos y servir a los pobres, quedó convencida desde un principio de que debía sumar sus fuerzas a las de aquella amiga más joven que se sentía llamada a educar a los niños.
A fin de cuentas, las dos tendencias se fundieron en la institución que ambas mujeres proyectaron, de acuerdo con la Regla de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul. Con gusto se habrían afiliado a la gran orden francesa, pero las ideas políticas del momento, que se negaban a reconocer cualquier organización que dependiese del extranjero, se los impidió. Sin embargo, la tarea prosperó de manera asombrosa, no obstante, la falta de recursos y a pesar de que, en 1833, la más joven y activa de las fundadoras murió, a la temprana edad de veintitrés años. Vicenta tuvo que cargar sola con todo el trabajo, pero dio muestras de una extraordinaria entereza, como poseída por el espíritu de Dios. Fue una organizadora admirable y, bajo su gobierno, aumentaron los reclutamientos, y las fundaciones se multiplicaron. Ella, en lo personal, era la más humilde de las criaturas, y a duras penas soportaba las muestras de respeto que se le prodigaban. Siempre que sentía necesidad de fortaleza o de guía, apelaba a los sufrimientos de Nuestro Señor en la cruz. Sobre esa devoción solía decir: «El que no haya aprendido cuál es el significado del crucifijo, nada sabe, y el que conozca a su crucifijo, nada más tiene que aprender». Tras una larga enfermedad que soportó con paciencia inquebrantable, la madre Vicenta murió el 29 de junio de 1847.