Hoy, 27 de marzo, la Iglesia celebra a:

by AdminObra
  1. San RUPERTO, obispo. En Baviera. Edificó una iglesia y un monasterio, que gobernó como obispo y como abad, difundiendo desde allí la fe. (718).
  2. Beata PANACEA de´ MUZZI, virgen y mártir. En Piamonte. A los quince años fue asesinada por su madrastra por estar rezando en una iglesia. Siempre la había humillado. (1383).
  3. Beato FRANCISCO FAÁ di BRUNO, presbítero. Turín. Unió la ciencia de las matemáticas y de la física con la práctica de las obras de caridad. (1888).

Hoy recordamos especialmente al Beato PEREGRINO de FALERONE

Peregrino no era ciertamente un ignorante. Hijo de una familia noble y rica, oriundo de Falerone, diócesis de Fermo, hoy provincia de Ascoli Piceno; una ciudad de las Marcas que trae el nombre de la destruida ciudad romana Faleria, en el valle de Tenna, entre Amandola y Monte Giorgio. En Bolonia había estudiado filosofía y derecho canónico, y era profundamente versado en las ciencias sagradas y profanas. Sin embargo, cuando Peregrino se presentó a San Francisco, oyó que le decía: ‘Tú servirás a Dios en la humilde condición de hermano religioso y te aplicarás sobre todo a la práctica de la humildad’.

Peregrino tomó la profecía de San Francisco como un mandato, y durante toda su vida quiso permanecer en la modesta condición de religioso hermano, entregado a los servicios más humildes y a menudo oculto en los conventos más pobres y escondidos. Según decir de Fray Bernardo de Quintaval, fue, entre los primeros discípulos de San Francisco, uno de los religiosos más ejemplares.

Inflamado en sagrado fervor, buscó el martirio a manos de los infieles, y como el mismo San Francisco, pasó el mar para ir a Tierra Santa en medio de los musulmanes. El martirio a manos de los mahometanos, considerados entonces como los ‘matacristianos’ por antonomasia, era con frecuencia la devota aspiración de muchos hermanos. En realidad y en circunstancias normales los árabes, especialmente en Tierra Santa, eran tolerantes y respetuosos para con los huéspedes cristianos, y más con los misioneros.

En el caso de Peregrino, más bien faltó poco para que naciera a su alrededor la veneración precisamente por parte de los musulmanes. Y no podía ser de otro modo, frente a aquel frailecito descalzo que visitaba los lugares santos con el libro de los evangelios en la mano, esparciendo en todas partes a raudales lágrimas de compasión y piedad.

Vuelto a Italia, Peregrino de Falerone volvió a esconderse en los lugares más ocultos y en los conventos más alejados. Pero por más que se hiciera pequeño y humilde, la luz de su santidad resplandecía aun desde debajo del celemín y destellaba en el brillo de los milagros que se le atribuyeron en vida. En los últimos años de su vida, todavía joven, vivió en el convento de San Severino Marcas y allí murió en 1233.