- San ALEJANDRO, obispo. En Alejandría. Anciano célebre por el celo de su fe, que fue elegido para la sede alejandrina. Rechazó la nefasta herejía de Arrio. Participó en Nicea. (326).
- San FAUSTINIANO, obispo. En Bolonia. Con su predicación confirmó y acrecentó a la Iglesia, que estaba sufriendo a causa de la persecución. (s. IV).
- San PORFIRIO, obispo. Gaza, Palestina. Vivió como anacoreta en Scete durante cinco años y otros tanto al otro lado del Jordán, siendo célebre por su benignidad hacia los pobres. Elegido obispo de Gaza, hizo demoler muchos templos de ídolos, cuyos seguidores le hicieron la vida difícil hasta que le llegó la muerte. (421).
- San AGRÍCOLA, obispo. En Neustria, Francia. (594).
- San VÍCTOR, eremita. En Champagne, Francia. Alabado por San Bernardo. (s. VII).
- San ANDRÉS, obispo. En Florencia. (s. IX).
- Beato ROBERTO DRURY, presbítero y mártir. En Londres. Acusado injustamente de participar en una conjura contra el Rey Jacobo I. Subió al patíbulo confesando a Cristo y revestido con el hábito, mostrando así la dignidad de su sacerdocio. (1607).
- Santa PAULA de SAN JOSÉ de CALASANZ MONTAL FORNÉS, virgen y fundadora. En Montserrat. Fundó el Instituto de Hijas de María Religiosas de las Escuelas Pías. (1889).
Hoy recordamos especialmente a la Beata PIEDAD de la CRUZ ORTIZ REAL
Piedad de la Cruz Ortiz Real, nació en Bocairente, (Valencia) —España—, el 12 de noviembre de 1842, siendo bautizada con el nombre de Tomasa.
Ya en la Primera Comunión sintió que Dios la llamaba a consagrarle su vida: Decía «Cuando recibí por primera vez la Sagrada Comunión, quedé como anonadada y experimenté que Jesús me llamaba a la Vida Religiosa».
Completó su formación humana y espiritual en el Colegio de Loreto de las Religiosas de la Sagrada Familia de Burdeos-Valencia. Quiso ingresar en ese Instituto, pero su padre la obligó a volver a casa. A pesar de ello, en este tiempo se dedicó a hacer el bien a los niños pobres, ancianos y enfermos de su pueblo llevando, a la vez, una vida de piedad y oración profunda.
Transcurrido unos años y ya mayor de edad, ingresó al convento de Carmelitas de clausura en Valencia, sin embargo, una enfermedad la obligó a volver con su familia.
Confundida con estos acontecimientos le pedía a Dios que le mostrara más claramente qué quería de su vida y dónde: «Tuya, Jesús mío, tuya quiero ser, pero dime dónde».
Más adelante, y con la convicción de que Dios sí la llamaba para seguirle, se dirigió a Barcelona. Allí, en medio de su constante búsqueda vocacional, tuvo una experiencia extraordinaria, en la que el Corazón de Jesús, le dijo: «Mira cómo me han puesto los hombres con sus ingratitudes, ¿quieres tú ayudarme a llevar esta cruz?». A lo que ella respondió: «Señor, si necesitas una víctima y me quieres a mí, aquí estoy, Señor». Entonces, Jesús le afirma: «Funda, hija mía, que de ti y de tu Congregación siempre tendré misericordia».
Esta experiencia marcó definitivamente su vocación. Ya no habían más dudas: Dios le pedía formar un nuevo Instituto religioso. Ella quería ayudar a Cristo a llevar su Cruz, la cruz de los pobres y enfermos. Así, Las inundaciones del río Segura que en 1884 habían destrozado la huerta murciana y la escasez de Congregaciones religiosas en esta zona, hizo que la orientara hacia esos lugares de mayor necesidad. Por ello, un día, acompañada de tres postulantes, salió de Barcelona camino de Puebla de Soto, a 1 km. de Alcantarilla (Murcia), para fundar allí la primera Comunidad de Terciarias de la Virgen del Carmen.
Tomasa, —que tomó por nombre religioso Piedad de la Cruz, junto a las demás hermanas y a otras que iban ingresando, se multiplicaban en el cuidado a los enfermos y a las niñas huérfanas en un hospitalillo que ella llamó de «La Providencia». La Casa se quedó pequeña y por tanto abrió otra casa en Caudete.
Al comienzo, cuando ella decidió fundar, le pidió al Corazón de Jesús hacerlo en tribulación como signo de que todo aquello era de Dios y no invento personal. El Corazón de Jesús se lo concedió con creces… un día las hermanas de Caudete llegaron a Alcantarilla y se llevaron las novicias, porque no estaban en desacuerdo que aún el Instituto no tenía la aprobación diocesana. Así, dejaron a Madre Piedad sola con Sor Alfonsa. Fueron días de mucho dolor…
Acudió al Obispo Bryan y Livermore quien la envió, y junto a su compañera Alfonsa, al Convento de la Visitación de las Salesas Reales en Orihuela para hacer un mes de ejercicios espirituales y así proyectar una nueva Fundación, tomando como patrono a San Francisco de Sales. Es aquí, donde el Espíritu Santo la iluminó vivamente y por fin, un 8 de septiembre de 1890 nace la Congregación de Hermanas Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús.
El Carisma no era otro que acercar el amor y la Providencia de Dios a los más pobres y sencillos por medio del Corazón misericordioso de Cristo abierto en brazos de la Cruz.
Piedad de la Cruz vivió pobre y murió pobre un 26 de febrero de 1916.