Hoy, 26 de enero, la Iglesia celebra a:

by AdminObra
  1. Santos TIMOTEO y TITO, obispos. Discípulos de San Pablo y colaboradores suyos. Presidieron las iglesias de Éfeso, el primero, y de Creta, el segundo. (s. I).
  2. San TEÓGENES, mártir. En Hipona, Argelia. San Agustín de Hipona predicó un sermón sobre él. (257).
  3. Santa PAULA, viuda, en Belén. Que pertenecía a una noble familia senatorial romana. Renunció a todo, distribuyó sus bienes entre los pobres y se retiró con la Beata Eustoquia, su hija, junto al pesebre del Señor. (404).
  4. Santos JENOFONTE y MARÍA, esposos, y sus hijos JUAN y ARCADIO. En Jerusalén. Renunciando a su dignidad senatorial y a sus posesiones, abrazaron con devoción la vida monástica en la Ciudad Santa. (s. VI).
  5. San ALBERICO, abad. En Citeaux, Francia. Siendo monje en Molesmes fue uno de los primeros religiosos que fundaron el nuevo cenobio. Ya abad del monasterio, sobresalió por su celo en procurar la formación de sus monjes, como verdadero amante de la Regla y de los hermanos. (1109).
  6. San AGUSTÍN ERLANDSSÖN, obispo. En Noruega. Rigió la iglesia que le había sido encomendada como primer pastor; la defendió ante los príncipes. (1188).
  7. Beata MARÍA de la DIVE, mártir. En Angers, Francia. Siendo viuda fue guillotinada durante la Revolución Francesa por su fidelidad a la Iglesia. (1794).
  8. Beato MIGUEL KOZAL, obispo y mártir. En Munich. Era obispo auxiliar en Wloclawek, Polonia. Bajo el régimen nazi fue detenido y enviado a Dachau donde estuvo tres años sufriendo hasta su fallecimiento martirial. (1943).

 

Hoy destacamos a SAN JOSÉ GABRIEL del ROSARIO BROCHERO.

El “cura Brochero” o “cura gaucho” nació en 1840 en Córdoba, Argentina.

Fue ordenado sacerdote en 1866. Comenzó su ministerio colaborando en el seminario y en la catedral.

Se destacó pronto por su generosa y sacrificada entrega a los enfermos, como puso de manifiesto durante la epidemia de cólera que en 1867 asoló la ciudad.

Poco después fue nombrado vicario del departamento de San Alberto. Allí ejercitó su misión plenamente atendiendo a las necesidades espirituales y materiales de la gente.

Construyó iglesias, capillas, escuelas, oficinas de correos y una casa de ejercicios espirituales; abrió caminos, atendió a los enfermos y recorrió a pie o en mula las pequeñas y grandes poblaciones, buscando salir al paso de cualquier necesidad.

Por haber atendido de cerca a los enfermos de lepra, contrajo esta enfermedad, que le dejó ciego y sordo en los últimos años.

Apreciado por todos, falleció en 1914, con notable fama de santidad.