Hoy, 24 de enero, la Iglesia celebra a:

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  1. San FELICIANO, obispo. En Umbría. Primer obispo de Foligno. (s. III).
  2. San SABINIANO, mártir. En Troyes, Francia. (s. III).
  3. San BABILA, obispo y mártir. En Antioquía de Siria. Durante la persecución de Decio, glorificó a Dios con suplicios y tormentos, y acabó su vida cargado de cadenas, con las que pidió lo enterrasen. Tres jóvenes, a los que instruyó en la fe, fueron enterrados con él: URBANO, PRILIDIANO, EPOLONIO. (250).
  4. San EXUPERENCIO, obispo. En Las Marcas, Italia. (s. V).
  5. Beata PAULA GAMBARA COSTA, viuda. En Milán. Perteneció a la Tercera Orden Regular de San Francisco y se distinguió por la paciencia con que soportó a su violento esposo hasta lograr su conversión, así como la caridad exquisita que demostró hacia los pobres. (1515).
  6. San FRANCISCO de SALES, obispo y doctor. En Ginebra. Verdadero pastor de almas. Consiguió volver a la comunión católica a muchos que se habían separado, y con sus escritos enseñó a los cristianos la devoción y el amor de Dios. Fundó, junto con Santa Juana de Chantal, la Orden de la Visitación, y en Lyon entregó su alma a Dios. (1622).
  7. Beatos GUILLERMO IRELAND, presbítero, y JUAN GROVE, su ayudante, mártires. Jesuita el primero. Durante el reinado de Carlos II, acusados falsamente, sufrieron martirio en Tyburn. (1679).
  8. Beatos VICENTE LEWONIUK y DOCE COMPAÑEROS, mártires. Siedlce, Polonia. Firmes ante las amenazas y halagos de los que querían apartarlos de la Iglesia Católica, fueron asesinados por haberse negados a entregar las llaves de la parroquia. (1874).
  9. Beato TIMOTEO GIACCARDO, presbítero. En Roma. Instruyó a muchos discípulos en la Pía Sociedad de San Pablo, para anunciar el Evangelio con un apropiado uso de los instrumentos de comunicación social. (1948).

 

Hoy recordamos especialmente a la Beata MARÍA POUSSEPIN

Marie Poussepin, nace el 14 de octubre de 1653 en DOURDAN, población próspera, cercana a Paris, perteneciente a la diócesis de Chartres. Los padres de Marie, Claude Poussepin y Julienne Fourrier, forman un hogar con sólidas convicciones cristianas que transmiten a sus hijos. Marie es la mayor de siete hermanos, todos murieron muy jóvenes, exceptuando el más pequeño, Claude.

La familia Poussepin se dedica, al igual que otras de su misma ciudad, a la fabricación artesanal de medias de seda.

En 1684, Marie Poussepin lleva la total responsabilidad de este taller, después de la muerte de sus padres. Francia vive en este momento profundas transformaciones sociales y económicas. Como mujer de empresa se adapta bien a estos cambios y sin temor introduce en su fábrica maquinaria nueva, importada de Inglaterra y abandona la seda para tejer con lana. De este modo Marie se convierte en pionera de una industria nueva.

Poco a poco Marie deja la dirección del negocio en manos de su hermano. Será en 1691 cuando Marie Poussepin se desprende de toda responsabilidad empresarial.

Desde muy joven, cuando aún vivía su madre, Marie era miembro activo de la Cofradía de la Caridad establecida en su parroquia. Ahora, liberada de las obligaciones comerciales, se puede dedicar más intensamente a las obras de caridad.

Los últimos años del siglo XVII, no fueron fáciles para estas regiones de Francia, el hambre y las epidemias eran abundantes y aumentaba el número de pobres y enfermos.

Hacia 1692, el P. François Mespolié, dominico, visita Dourdan. De este modo Marie Poussepin conoce la orden dominicana y halla en ella una respuesta a sus deseos de una vida espiritual más intensa. Comprende que es el camino que Dios le señala y decide formar parte de la Tercera Orden de Santo Domingo. Este hecho marcará luego a la Congregación.

A principios de 1696, Marie Poussepin deja la ciudad industrial de Dourdan y se instala en Sainville, un pueblecito muy pobre y necesitado. Desea dedicar toda su atención a los más desfavorecidos, especialmente los niños y los enfermos.

Pronto se le unen un reducido número de jóvenes, carentes de medios de subsistencia, a las que ayuda enseñándoles a vivir cristianamente y a hacer de su vida un servicio para los demás. Nace así la primera comunidad de Hermanas Dominicas, dedicadas al servicio de la caridad.

A partir del mismo año 1696, Marie Poussepin inicia las gestiones legales necesarias para lograr la aprobación oficial de la Congregación. Los trámites son largos y laboriosos, y no se obtiene hasta l724.

Las constituciones de la Congregación, que ya ha comenzado su expansión por distintas diócesis de Francia, son autorizadas en 1738 por el obispo de Chartres. Este hecho significa el reconocimiento por parte de la Iglesia.

En su último testamento, Marie Poussepin, recomienda a las Hermanas tener un vivo celo por la instrucción de la juventud, el cuidado de los pobres enfermos, el espíritu de pobreza y el amor al trabajo.

En la profundidad de su fe, Marie Poussepin comprende que se acerca a la plenitud, 90 años después de haber iniciado su vida, despojada, libre y serena, se entrega a la oración y al silencio. El Señor viene a buscarla el 24 de enero de 1744.